Según lo habría planteado Antístenes, entonces,
el fin es la vida conforme a virtud (τέλος εἶναι τὸ κατ᾽ ἀρετὴν ζῆν)[1]. La vida conforme a virtud (κατ' ἀρετήν ζῆν) es en
general para los cínicos la vida de acuerdo a la naturaleza (κατά φύσιν ζῆν), y
para poder realizarla se aplica el método del atajo (σύντομος οδός), una denominación
más bien tardía que parece haber acuñado Apolodoro
de Seleucia en el s. II a. C, endilgada en exclusiva a la jauría seguramente
para distinguirla de la vía estoica hacia el mismo horizonte[2].
Apolodoro habría dicho que «el cinismo es
un atajo a la virtud» (εἶναι γὰρ τὸν κυνισμὸν σύντομον ἐπ’ ἀρετὴν ὁδόν)[3]. Esta
fórmula por lo visto dio que hablar y algunos se volcaron a parodiarla. Lo que
él describió como un atajo a la virtud
(que podría serlo también a la εὐδαιμονία o a
la ἐλευθερία
–cuando no a la
ἀπάθεια) fue
considerado maliciosamente por Galeno como «un
atajo a la arrogancia» (σύντομον ἐπ' ἀλαζονείαν ὁδὸς) y por Luciano como «un atajo a la notoriedad» (ἐπίτομος
πρὸς
δόξαν ὁδός)[4].
Invertir los ideales del cinismo era más bien fácil. Dar vuelta al cinismo
aplicándoles el propio veneno era inevitable y automático como un tic. El
erudito bizantino Nicéforo Grégora asegura que cuando uno lo consultó a
Diógenes sobre cómo era posible hacerse
famoso de la manera más rápida y fácil (ἔνδοξος τάχιστα γένοιτο καὶ ῥᾳδίως), respondió «Cuando
se sea capaz de despreciar la fama» (εἰ δόξης καταφρονεῖν δυνηθείη)[5],
y efectivamente por esa vía rauda Diógenes logró la fama y la gloria, δόξα y κῦδος, al menos después de muerto, tal como lo declara uno de
los epitafios, que afirma que a ley de vivir en la autosuficiencia se hizo más
perdurable que el bronce[6].
Como se ve, lo paradojal está a la base del cinismo, en cuyo vocabulario los
antónimos pueden devenir sinónimos y así la ἀδοξία puede convertirse en δόξα, esto es la mala reputación en celebridad, o
la ἀτυφία
en ἀλαζονεία
o τῦφος,
es decir la modestia en jactancia o vanagloria, reversibilidad por la cual hoy cinismo quiere decir más bien lo
contrario a lo que κυνισμός pretendía significar para los partidarios del Perro. Esta inversión de los términos es
notable en las ideas que los cínicos tienen sobre lo fácil y lo difícil,
claramente vinculados con los caminos cortos y largos.
Aunque en algún caso con otras palabras, la
idea del atajo se encuentra también en las cartas cínicas, de manera que no
necesariamente fue inventada por Apolodoro, sino que podría ser originaria si
no de Antístenes de sus herederos, claro que el horizonte ahora es la felicidad
(σύντομον ὁδὸν ἐπ’ εὐδαιμονίαν) y no la virtud. El
cinismo, como es sabido, puede aparecer a veces embanderado en una o la otra,
pero no necesariamente lo aretaico y lo eudemónico van separados como si fueran
divisas de dos corrientes internas distintas. Galeno, por ejemplo, dejó dicho
que algunos cínicos no consideraban al σύντομος ὁδός
como «un camino a la virtud sino a la
felicidad pero a través de la virtud»
(οὐκ ἐπ' ἀρετήν, ἀλλὰ δι' ἀρετῆς ἐπ' εὐδαιμονίαν).
Para estos cínicos, dice, la filosofía cínica misma era ese camino a la felicidad por la virtud[7].
En la Epístola 30 el supuesto
Diógenes pone en labios del maestro la enseñanza de semejante camino ὀλίγος o
breve junto con el largo o πολῠ́ς, aunque la meta no es la ἀρετή sino la εὐδαιμονία. El
socrático enseñaba ambos; pero es Diógenes, a contracorriente de los demás
escuchas apichonados, el que decide en solitario tomar el corto, para correr
tras la felicidad así fuera «a través del
fuego y las espadas». Véase la escena. Antístenes, muy didáctico, conduce
al alumnado hasta las cercanías de la Acrópolis y les señala dos sendas
concretas: «Estos son los caminos
–les dice– que llevan a la Acrópolis, y
como estos dos son los que conducen a la felicidad». Contra cualquier
moraleja a lo Caperucita, el pasaje más corto es descripto como el más arduo y
abrupto, dificultoso y escarpado (ὀλίγην προσάντη τε καὶ δύσκολον). Allí no se hallará por cierto al canis lupus sino al canis familiaris. El sendero largo, llano y llevadero (πολλὴν λείαν τε καὶ ῥᾳδίαν), que Antístenes ofrece a los jóvenes
adeptos en la Epístola 30, el que
emprenderán los estoicos cargando en el morral con la teoría, no es para los
que homologan el cerebro y el músculo, los estrictos émulos filosóficos de Heracles. El
camino que parece más asequible, como dice el Diógenes de la Epístola 12, acaba espantando a los que
creían que se podía llegar al εὐδαιμονισμός
del sabio
en un curso express. Oyen hablar del
atajo, del σύντομος ὁδός, y se
creen, dice, que es el camino light
(μαλακός), el de los blandos. Pero la
diagonal es un camino de cabras, de cabras impasibles, no de libertinos. El
corto en realidad es tremendo, sólo apto para los dispuestos a poner el lomo, a
ser filósofo con todo el cuerpo, el camino de la sabiduría en acción. Por lo
demás este sendero abreviado era durísimo, pero así también despejado para
cualquiera sin distinción de clase y sin antecedentes escolares, razón por la
cual estaba condenado a ser recelado y visto de reojo por la aristocracia del
saber. El camino corto podía ser emprendido por quienes carecían de educación y
del peculio suficiente como para hacer acto de presencia en las grandes
escuelas filosóficas de prestigio. El camino largo, el de la élite y el del
conocimiento; el corto el del ascetismo, el entrenamiento y la forja de la
voluntad. Como pone Goulet, este camino más que enseñarse se muestra y se traza
desde el cuerpo y la acción, que fungen de argumentos vivos. No la ciencia sino
el ejercicio, no la sofisticación o complejidad del discurso sino el acto
concreto. La salud mental a través del cuerpo. El supuesto Crates epistolar
dice abiertamente que aquel otro extenso camino es el del λόγος (λόγων ὁδὸς) y que el cínico en cambio es
el de los hechos, el de las actividades
prácticas del día a día (ἡμέραν
ἔργων μελέτη): «El camino hacia la felicidad a través de los argumentos es largo
–vociferó–, pero los ejercicios concretos
y diarios lo acortan»[8].
Y dado que Antístenes expresará que la virtud está en las obras y no pende de
los largos discursos ni del conocimiento[9],
podemos colegir que él también era partidario en última instancia de la trocha
angosta, el ríspido atajo del esfuerzo y la ascesis que nos libra de esos
rodeos llamados lógica,
música, geometría, física o metafísica. De ahí que haya visto en Diógenes a su
verdadero legatario.
La Carta
16 de Crates lo dice rotundamente: la
filosofía cínica es la de Diógenes, perro el que se esfuerza conforme a la
misma, y hacer el perro –filosofar cínicamente– es filosofar por el atajo (ἡ μὲν
κυνικὴ
φιλοσοφία ἐστὶν ἡ Διογένειος,
ὁ δὲ κύων ὁ κατὰ ταύτην
πονῶν, τὸ δὲ κυνίζειν τὸ συντόμως
φιλοσοφεῖν).
Desde luego, esta forma de filosofar a la brevedad no tendría muy buena prensa
entre ciertos grupitos intelectuales, cosa que se ve en esta misma carta, en la
que Crates arenga diciendo a los camaradas que no hay que hacerse mala sangre
porque se diga que este perreo filosófico
por el atajo (φιλοσοφεῖν συντόμως
κυνίζειν)
les cuelga en el cuello esa ofensiva chapita de perros
y cínicos.
[1]
Laercio, VI 104.
[2]
Laercio, VII 84.
[3]
Laercio, VII 121
[4]
Galeno, Sobre el diagnóstico y remedio del
espíritu de cada pecador III; Luciano, Subasta de vidas 11. En Luciano es el propio Diógenes el que lo
dice así.
[5] Nicéforo Grégora, Historia bizantina XXI 5, 7.
[6]
Antología Palatina XVI, 334; Laercio, VI
78.
[7] Galeno, ibid.
[8] «μακρὰ
γὰρ ἡ διὰ τῶν
λόγων ὁδὸς ἐπ'
εὐδαιμονίαν, ἡ δὲ
διὰ τῶν καθ'
ἡμέραν ἔργων μελέτη σύντομος» (Pseudo-Crates, Epístola 21)
[9] Laercio, VI 10.
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