Diógenes ante la ley o una dificultad del facilismo

(Filosofía barata y pensamiento rápido)


En una tesis doctoral recién salida del horno de la academia francesa el autor Julien Decker observa que siendo el cinismo una filosofía parenética que insta a una virtud rigurosa, es absurdo afirmar que se opone a cualquier tipo de regla, y que si con frecuencia se lo toma por una filosofía de impugnación de la norma o la ley, de la transgresión o subversión, está a la vista que no hay mayores fuentes que especifiquen con la debida claridad qué leyes rechaza[1]. Que un cínico fuera siempre y en cualquier caso refractario a todo tipo de νόμος existente o por existir es a esta altura del partido como mínimo dudoso. Filodemo apenas dejó escrito que las ciudades y las leyes que desechaban no eran otras las conocidas[2]. Luciano por su parte dice haber oído de Demónax que las leyes corren riesgo de ser inútiles (κινδυνεύουσιν χρηστοι εναι ο νόμοι) habida cuenta de que los buenos no las necesitan ni mejoran a los malos; pero el maestro del samosatense estaba bastante lejos de ser un cínico integral sino un filósofo por la libre inspirado en Sócrates, Diógenes y Aristipo –aparte de que la frase era un risueña cita de un experto en materia legal y aludía en concreto a las leyes escritas[3]. Que Diógenes y asociados combatieran usos, normas y costumbres de la Atenas del siglo IV no es objetable; pero quién sabe si no tenían en mira promover otra ley, sea la de la filosofía, la de la razón, la del cinismo, la de Diógenes, la de cada cínico o cada uno, la de la locura o incluso la divina y/o natural. A lo mejor el nudo del problema no era la prescriptividad inherente al νόμος sino su condición de mandato sostenido por un hábito, creencia, opinión general o arbitraria imposición.

     Apuleyo dictaminó que Crates era disceptator atque arbiter, juez y árbitro, claro que en su carácter de lar familiaris, es decir como mediador en las disputas y riñas entre parientes que acontecían en el hogar de los vecinos[4]. En una de las misivas del epistolario atribuido a Crates, por otro lado, se mantiene sin ningún empacho que la ley es buena (καλν νμος) aunque peor que la filosofía, dado que es peor hacer algo a la fuerza que de manera voluntaria[5] –razón por la cual aconseja a los partidarios que filosofen y no se metan en política (φιλοσοφετε κα μ πολιτεεσθε). Antístenes, por ejemplo, que escribió dos libros al respecto[6]y que es conocido por decir que ante la πολιτεία hay que obrar como ante el fuego –sin acercársele mucho para no quemarse, ni alejarse para no quedar congelado[7]–, parece que pretendía reemplazar un νόμος por otro: el sabio, en su actividad ciudadana o política (πολιτεύσεσθαι), debía guiarse por el de la ρετή y desechar los establecidos (κειμένους νόμους)[8]. Más rotundo es el testimonio de Menipo, el otro pope lucianesco, que llegó al punto de comparar a Diógenes con Licurgo –aunque en una carta tal vez apócrifa– y a describir los rigores de su ascética extremista como ley de Diógenes (νόμος Διογένειος). Es decir que hizo de él un νομοθέτης, ni más ni menos que un legislador y por lo demás de una ley justa y divina[9] (después de todo se le atribuye haber escrito una Constitución, que según Plutarco en efecto estaba iluminada por los principios de Licurgo[10]). Ahora si la ciudad estoica de los sabios tiene más pinta de ser una sociedad cerrada, la del Perro –para alegría de los popperianos– no dejaría de ser un género de open society, siendo que hay que admitir que el cinismo se distingue por la elusión de los fines y los dogmas. Pero hete aquí no hay Πολιτεα sin leyes y el propio Diógenes –o el falso Diógenes de Filisco o del estoicismo clandestino– dicta a la vista sus alarmantes códigos y estatutos, tanto así que Ateneo y Filodemo recurren al verbo νομοθετεν para decir que en su Constitución decretaba o legislaba que los huesos o tabas fungieran como monedas de curso oficial[11]. Claro que las leyes de Diógenes en este caso ya no son las que mienta Menipo –dormir en el suelo y someterse al frío, el hambre y la sed– sino más bien aquellas que aparentemente ordenan cometer canibalismo, incesto o parricidio y practicar el sexo libre. Sin embargo para Juliano nada de esto era en serio, ya que atestigua que los cínicos siempre escribieron en broma, pasando por alto que esta literatura fue definida por su bipolaridad de serio-cómica (como σπουδογέλοιον). Si Diógenes y sus herederos genuinos rechazaban las leyes conocidas que regían en las ciudades, dirán Juliano y Epicteto, es porque eran simples leyes humanas. Así estos dos, que no pueden ser tachados de bromistas, van a ir mucho más lejos que Menipo al decir que lo hacían porque observaban sólo la ley universal y divina, y al retratar a Diógenes sin más vueltas como a un categórico y fervoroso campeón del νόμος bajo tal elevado criterio. Juliano asegura con la debida solemnidad que Diógenes jamás cometió ningún acto que fuera παράνομον (cosa que parece avalar Dión Crisóstomo cuando lo muestra defendiéndose de la acusación de perpetrar ilícitos en tales términos), y más contundente fue aún Epicteto al hacerle deletrear con todo énfasis que la ley lo es todo para mí ( νόμος μοι πάντα στ) y que dicha convicción fue la que le permitió ser libre[12]. Máximo de Tiro por las suyas también dibuja a un Diógenes que como ciudadano y morador de toda la tierra (ν πσης τς γς πολτην κα φστιον), no obligado por la ley ni comprometido en la actividad política (οχ π νμου κατηναγκασμνος, οχ π πολιτεας σχολομενος), es más prominente que Licurgo, Solón, Artajerjes o Alejandro –es decir legisladores y reyes– y más libre (λευθερτερος) que Sócrates por no haber sido tentado por la ley de Solón y haber sido fiel apenas a los mandamientos de Apolo y Zeus[13](de modo que era un ciudadano sin ley, aunque apenas ajeno a las leyes civiles existentes). Bien distinta será finalmente la observación hecha desde el cristianismo por Gregorio Nacianceno cuando afirme que Diógenes era legislador de sí mismo o ley en sí mismo y no guardaba la ley de Dios (κα ταθ' αυτ νομοθετν, οκ κ Θεο νμον φυλττων)[14]. Lo cierto es que la σκησις o entrenamiento de Diógenes, que de acuerdo a Laercio se rige por el πόνος κατ φύσιν –es decir por las fatigas conformes a naturaleza–, en la carta de Menipo se convierte en la ley o νόμος que ordena (διατττει) Diógenes, aquel cuyo savoir faire consistía en mandar a los hombres –según habría dicho el mismo gadareno[15]. Sea que la establezca él mismo, la naturaleza o un dios, la ley ahí está –aunque en boca del serio-burlesco todo se vuelve bifronte y ambiguo.

     Una vez que Diógenes Laercio acaba de describir los pormenores de la ascesis del filósofo del Ponto, inmediatamente vincula estos ejercicios κατ φύσιν con la alteración de la moneda, contra aquello que es κατ νόμον y con la λευθερία de la forma de vida de Heracles. Si corresponde traducir, como hace José Martín García, la oración de Laercio que dice μηδν οτω τος κατ νμον ς τος κατ φσιν διδος por sin conceder a lo acorde con la ley nada en comparación con lo acorde con la naturaleza, podría llegar a considerarse que a aquello según ley se le puede conceder algo, aunque no en comparación con lo conforme a naturaleza –si bien el adverbio οτως hace derivar este aserto de la frase anterior, como resultado de haber actuado a ojos vista reacuñando efectivamente la moneda (ντως νμισμα παραχαρττων). Lo extraño es que a párrafo siguiente, y como mirando para otro lado, el mismo Laercio le hace proferir una suerte de confuso silogismo en favor del νόμος, que pretende ilustrar por qué sin él no es posible vivir políticamente, vivir como ciudadano o gobernar (πολιτεύεσθαι). De esta manera pasa del aparente repudio a la veneración como si nada. Aquel que un poco antes aplaudía a todos los que predestinados para el ejercicio político, o a punto de llevarlo a cabo, lo eludían (κα τος μέλλοντας πολιτεύεσθαι κα μ πολιτεύεσθαι)[16], hace ahora de la coyunda entre πόλις y νόμος lo mejor o lo beneficioso (φελος) y lo στεον, un término indeciso pero potente que se trascribe como civilizado, refinado, elegante, urbano, bonito e incluso cosmopolita, como antónimo de lo γροικον –lo burdo, rural o salvaje que suele venir aparejado al cinismo[17]. Y como bien se sabe, esta movida filosófica inspirada en él tenía lugar en las ciudades relevantes y su telón de fondo era siempre urbano: el recurso a la φύσις se vociferaba en el centro de un στυ y no en el γρός. Si querés sacar bueno a tu hijo no lo mandes al campo sino a un filósofo, dice Crates, porque el campo no hace a los sabios ni la ciudad a los viles, sino el entrar en trato conversando con los buenos o los malos (ο ποιε γρς σπουδαους, οδ στυ φαλους,λλ' α σν τος γαθος κα κακος διατριβα)[18]. Aunque aquel párrafo desencajado de Diógenes Laercio sea, como piensan los entendidos, un injerto proveniente de la Estoa, una atribución errónea de algún fragmento del estoico Diógenes de Babilonia o bien una parodia o ironía del Perro sacadas de contexto, lo cierto es que nunca hubiese estado allí de no haber tenido alguna probable verosimilitud.

     Dicho esto y a paso siguiente, Laercio agrega que Diógenes se tomaba en solfa tanto la nobleza de cuna como la δόξα. Y de hecho cuando Juliano indica que no se esclavizaba a las leyes concretas porque respetaba las divinas, convierte el precepto de la reacuñación del νόμισμα en un imperativo que encuentra allí su blanco de tiro. Si no violaba la ley universal, dice el Apóstata, tampoco se esclavizaba (δουλεσαι) a las leyes singulares de cada πόλις, y eso básicamente por ser –como son los mismos dioses a los que buscaba asemejarse– un πολίτης del κόσμος. El παραχαράττειν τ νόμισμα no implicaba perpetrar nada al margen de la ley ni de las costumbres (οδ παράνομον οδ σύνηθες), no lo hacía incurrir en παρανομία ya que no atacaba al νόμος verdadero, divino y universal sino a la moneda corriente o νόμισμα, a la que Juliano asocia con las δόξαι meramente humanas, desviadas de la λήθεια e inherentes a las muchedumbres. Según Juliano, para Crates y Diógenes el ser humano era por naturaleza un animal comunitario y político (φύσει κοινωνικν κα πολιτικν ζον) y esa vida conforme a la naturaleza (ζν κατ φύσιν) que pregonaban no era otra cosa que ser feliz (εδαιμονεν) alejado de los dimes y diretes de la turbamulta (τν πολλν δόξας), de la popularidad, la fama, las expectativas y las opiniones descabezadas que prosperan acá y acullá. Y en efecto siglos después la enciclopedia Suda corroboró este designio al definir tanto al conócete a ti mismo como al reacuña la moneda como preceptos pitios cuyo significado es menosprecia las opiniones de la mayoríaν πολλν δξης περρα) y reacuña la moneda y no la verdad.[19]

     Sobre el final del Libro VI, donde Diógenes Laercio ofrece un resumen de los rasgos y valores compartidos por el conjunto de los cínicos, destaca que despreciaban por igual la δόξα, la alcurnia y la riqueza (πλούτου κα δόξης κα εγενείας καταφρονοσιν), e incluso pone al sinopense diciéndole a un músico que las ciudades y la casa se administran bien con los juicios de los hombres y no con salmos de arpa y silbos (Γνώμαις γρ νδρν ε μν οκονται πόλεις, ε δ' οκος…). Tanto en esta doxografía genérica de Laercio, como en el artículo de la Suda sobre el cinismo, brilla por su ausencia la dicotomía νόμος-φύσις y esta corriente filosófica es definida entre otros menesteres por ese rechazo triple, propio de su gusto por la vida sencilla (λιτς βιον)[20]. Si está bien atestiguado que para el estoicismo vivir según la virtud es vivir conforme a la naturaleza y que ese es el fin[21], en las reliquias del cinismo las cosas nunca están tan claras como parece, y no sólo en lo relativo al fin, sino en la mera correspondencia entre virtud y naturaleza. Fuera de la mención de Plutarco y Laercio, que remite apenas a Diógenes e indica que oponía naturaleza a ley o costumbre[22], en el corpus cínico existente sólo Elías y Olimpiodoro, escoliastas de Aristóteles, ponen a la naturaleza y a su opuesto como cuestión fundamental del cinismo: dicen que una de las razones por las que recibieron el apelativo de cínicos fue el tipo de vida callejero y desvergonzado, que estaba justificado por aspirar al bien por naturalezaσει καλο ρεγμενοι) o por rechazar que fuera mejor lo bueno por acuerdo que por naturaleza (ρνομενοι κρεττον εναι τ θσει καλν το φσει καλο). Sin embargo el resto las razones dadas –que son dos para uno y cuatro para el otro– remiten a las características propias del perro y no a un naturalismo general[23]. Que el desprecio hacia la δόξα es un eje central de la empresa cínica, y no tan así la impugnación del νόμος, está bien testimoniado además en las cartas que llevan las firmas de Diógenes y Crates –que si bien se acepta que son apócrifas, se contempla que puedan ser cinismo de primera mano.

     En el epistolario de Diógenes no menos de una decena de ellas alude a la negatividad de la δξα. En la Epístola 9 felicita al joven Crates porque al desprenderse del patrimonio –su primera σκησις– fue más fuerte que las δόξαι (κρεττων γνου τν δοξν); en la 40 pretende ser el médico que cure a Alejandro de su abundante y viciosa δξα (πολλς κα κακς δξης); la Epístola 4 incluye vituperios a la φιλοδοξα y al aparecer como relevante ante las turbas (ος πολλος μεγλοι δξωσι); la 46 incorpora a la κενοδοξα entre los vicios y la Epístola 31 propone aplicar los ejercicios del desprecio (σκσας καταφρονεν) a la δοξία tanto como a la pobreza, la plebeyez y el destierro. Más rotunda es la Epístola 10 al señalar que contra la δξα se libra una lucha o guerra (μάχη, πλεμος), que esa batalla es una buena costumbre (καλν θος) y que hay que combatirla totalmente aun cuando nada nos apremie ( πντη μχου, κν μηδν σε πεγ). Así como en esa carta el mendigar hace parte de la lucha, en la Epístola 34 las indumentarias cínicas se presentan como armas que combaten las δόξαι porque las últimas se encuentran en guerra con la vida (πλα εναι κατ δοξν τν πολεμουσν τ βίῳ): es por ellas –llamadas acá «ψευδες δξας»– que estamos sometidos a más de un amo (δεσπότης). La Epístola 37 hace una distinción entre la medida que basta a la naturaleza, que es la requerida por los cínicos, y la δξα que derrota a los demás (χ ση πρς τν φσιν ποχρναι ς μες δεμεθα, λλ' πση πρς τν δξαν ς ο λλοι ττνται) cuando se inclinan hacia bienes superfluos y lujosos. La oposición entre κατ δξαν y κατ φσιν se deja ver de forma explícita en la Epístola 7: Diógenes se presenta como quien fue liberado de aquello que esclaviza a todos los hombres –sean griegos o bárbaros– (λεθερος δ στι δξης, πντες δουλεουσιν λληνς τε κα βρβαροι) y vive no según la δξα sino redimido de acuerdo a la naturaleza, bajo protección de Zeus y consagrado al bien y no al vecino (ζν ο κατ δξαν, λλ κατ φσιν λεθερος π τν Δα, ες ατν νατεθεικς τγατν κα οκ ες τν πλησον). Esta carta parece sugerir que la liberación del yugo de la δξα equivale a descosificarse, no estar sometido a las cosas, a no serles connatural, a no crecer o hacerse en conformidad con ellas (μ συμπεφυκναι τος πργμασι). La δξα induce, por lo visto, a una naturalización alienante.

     Si en tal esquela lo opuesto al κατ φσιν es el κατ δξαν, la Epístola 29 de Crates no lo deja en claro cuando le dice a Hiparquia que el cinismo es una poderosa práctica de resistencia a la δξα y la μαλακα –la delicadeza, la indecisión, la blandura– que la va a llevar a ser liberada por la naturaleza mientras los demás son esclavos del νμος y del vicio o del mal (να σοι γνηται κα π τς φσεως λευθερωθναι, στε π το νμου δι κακαν πντες δουλεουσιν). Pero el epistolario rubricado por Crates no deja de ofrecer un abundante material que muestra a la δξα como mal mayor. Su Epístola 16 expone esta lucha emprendida por el cínico, en este caso contra las difamaciones que padece por su manera de existir: ser esclavo de la fama o de la infamia (δξ δ κα δοξίᾳ δουλεειν), que no son más que nombres y sombras a los que hay que despreciar (καταφρονεν), es lo más penoso de todoντων χαλεπτατον), cosa que concuerda con lo que plantea la Epístola 8, donde afirma que es más difícil liberarse de esclavitud de la δξα que de la que trae la riqueza. Acá esta emancipación mayor es asociada al celibato, dado que la δξα es llamada δέσποινα –esposa, amante, ama de casa, dueña o reina–, lo que no es casual viniendo del único cínico de matrimonio conocido (podría pensarse que Crates la reemplazó por Hiparquia –ese otro Crates– y de esta manera dio el segundo salto a la libertad, habiendo sido el primero el redimirse de su patrimonio –claro que no sin haber educado a su mujer previamente, ya que antes ella se dedicaba a tejerle ropas impropias para un cínico, como se lee en la Epístola 30, al solo fin de mostrarse ante la opinión del vulgo como una buena esposa: να τις δξς φλανδρος τος πολλος εναι). No obstante, así como la Epístola 16 ubica a la δοξία junto con la δξα como igualmente despreciables, en la Epístola 28 le dirige un sermón a Hiparquia en el que le dice que la práctica del cinismo junto a él (συγκυνζειν) la benefició de renombre o de crédito (εδοκίμησις). Habrá que colegir por el momento que para los perrunos hay un νόμος malo y uno bueno y que el verdadero tabú del cinismo ancla en la δξα, si bien así como suelen neutralizar la δοξία en sentido emic y convertirla en un bien etic –haciendo del desdoro o el descrédito social un requisito para la virtud o la felicidad–, así también podría haber una εδοξία propiamente cínica: es decir que la δξα, igual que el νόμος, podría sufrir el mismo desdoblamiento o inversión.

     Cuando la Epístola 16 de Crates insinúa la equivalencia de δξα y δοξία en el desprecio, hace referencia puntualmente a la situación de estar esclavizado por una u otra, y ese no era el caso del tebano, que en el pasaje de Laercio había definido a la δοξία y la pobreza como su patria (πατρίδα δοξίαν κα πενίαν)[24]. Teles, que en la diatriba Sobre las circunstancias indica que es la fortuna quien, como un dramaturgo, da el papel deνδοξος o άδοξος, en Sobre la autarquía también plantea la equivalencia de estos opuestos (πρς δόξαν κα δοξίαν σως χοντα); en cambio Diógenes, a fiar de Estobeo, así como proponía despreciar la δξα (junto a la riqueza, el placer y la vida), proponía en contraste estar por encima de sus antípodas (ναντων περνω ντες) –δοξα, pobreza, dolor y muerte[25]. Lo cierto es que su alumno, el patriota de la infamia y la pobreza, que además entrenaba la difamación (βλασφημίας) junto a las putas puteándolas adrede[26], dejó dicho que fue por la pobreza y no por la riqueza que logró su gran celebridadδοξηκναι μεγλα)[27]. El culmen, desde luego, corrió por parte de Diógenes, cuando uno le preguntó de qué manera podía llegar a ser famoso (νδοξο) y respondió –de acuerdo a Luciano– cuando desprecies la fama (ε δξης καταφρονσειε)[28]. De ahí la definición lucianesca del cinismo como πίτομος πρς δόξαν δός, como el acortamiento del tránsito a la fama.[29]

     Semejante entuerto tiene su fuente inconcusa en el precursor Antístenes y su fórmula δοξίαν γαθν[30], que la infamia es un bien, que la mala reputación en realidad es buena. Y que la ardorosa campaña contra la δξα nace con él –salvando a Sócrates y predecesores– y anida en la escena fundacional del cinismo está a la vista en la Suda, donde se lee que Diógenes apenas llegado a Atenas se lo encontró departiendo en contra de la fama (κατ δξης διαλεγομν) y fue así que empezó a filosofar y a seguir[31]al hombre que, cual decía Epicteto, lo liberó enseñándole a distinguir lo que era suyo –el uso de la imaginación o las representaciones– de lo que no lo era: el rumor o la famaμη) –entre otras ajenidades como parientes, criados, amigos o lugares comunes[32]. No hay ninguno de los intríngulis entre δόξα y cinismo que ya no esté anunciado en el predecesor, pues mientras Aristipo se burlaba de su δοξία y su pobreza[33], Sócrates lo picaba atribuyéndole φιλοδοξία o κενοδοξία por ostentarlas[34], y porque además Antístenes se adelantó a Crates en materia de renuncia, dado que contaba con un background prestigioso, siendo que al margen de su condición plebeya y humilde había conseguido renombre δοκιμήσας δωκε) en la batalla de Tanagra[35] y enseñado retórica gloriosamente (gloriose docuisset rhetoricam).[36]

     Es patente que el desprendimiento de Crates fue todo un quebradero de cabezas para los pensadores cristianos: para Clemente, por ejemplo, lo hizo en nombre de una fama vacía y vanagloria (φμης κενς κα κενοδοξας)[37], mientras que Juan Crisóstomo valoró que no se hubiese dejado atrapar por la riqueza y lo ubicó –junto a Diógenes, Epaminondas, Arístides y Sócrates– en una terna de paganos que, pese a optar por la pobreza, evitaron hacerse famosos entre las muchedumbres (δι πενας πιτυχεν τς δξης τς παρ τν πολλν)[38]. Clemente en cambio dijo que, a diferencia de Cristo, rechazó la riqueza y favoreció a los mendigos y a su patria con objetivos non sanctos, tal como Anaxágoras y Demócrito, que lo hicieron en nombre del ocio para razonar y de una sabiduría necrosada. Por eso este filósofo, que para eludir la envidia había proclamado a la pobreza y la infamia como su patria y a la ciudad de Diógenes como la suya[39], según Clemente no merecía ser envidiado. Así como Estobeo relata que Crates decía deber esa enorme fama no a su antigua riqueza sino a la subsiguiente pobreza, Plutarco agrega en tal sentido que el manto, el bolso y la mendicación –los símbolos de dicha pobreza– fueron para Diógenes el principio de su felicidad y para Crates el de su libertad y su famaδαιμονας ρχα Διογνει, τατ' λευθερας Κρτητι κα δξης)[40]. Así llama la atención tal vínculo diferencial de Crates con la δξα, y se explicaría en principio por el hecho –bien advertido por Dudley– de que a diferencia de su maestro él fue reputado en vida: si bien ambos se hicieron notables y muy brillantes (σφδρα λαμψαν, κα γεγνασι περιφανες) –como se lee en Juan Crisóstomo[41]–, él era el ejemplo viviente del éxito de esta inversión de los valores y Diógenes el mártir póstumo que recibió el pendón de la gloriaδος) recién en sus epitafios, donde por lo demás se dice con toda rotundidad que fue el único que mostró a los mortales la gloria –es decir la δξα– de una vida autosuficiente (μονος πε βιοτς ατρκεα δξαν δειξας).[42]

     Más allá del nunca bien ponderado epistolario cínico, los apotegmas y anécdotas acerca del combate de Diógenes contra la δξα y sus derivados –φιλοδοξα, κενοδοξα y tales– son abundantes y conocidos: que las coronas son sólo eflorescencias de la fama; que la fama y la alcurnia son abalorios del vicio; que los hombres más nobles son los que se desprenden de ella tanto como de la riqueza, el placer o la vida; que los inflados por la fama y la riqueza son los hombres más vacíos, y demás florituras parenéticas[43]. La mayoría de los hombres –dictaminó con inmarcesible puntería Diógenes –tienen sus almas tan arruinadas por la fama (δξης) que desean más ser reconocidos (περιβητοι) por sus mayores desgracias que desconocidos por no haber sufrido ningún mal[44]. Y mal que mal la justicia de esta sentencia para algunos cabía perfectamente en el sayal del hombre cuya biografía remolcaba a su lado todos los males de la tragedia. Si la tradición asignó a Sócrates el papel de amonestar la inclinación por la fama en Antístenes, no podía ser otro que Platón el primero en delatar la φιλοδοξα de Diógenes, cosa que hizo al ver que en una de sus puestas en escena callejeras la gente se compadecía de él y trascartón aconsejó que para apiadarse en serio lo dejaran chapoteando solo[45]. Pasados 800 años llegamos hasta Juliano y encontramos que ahora son los cínicos quienes lo acusan de κενοδοξα, es decir de ostentar una reputación huera y vacua, y que es el propio Diógenes quien puede llegar a salir en defensa de la δξα como opinión pública. Juliano cuenta cómo un buen día sacudió a bastonazos a un joven que se rajó un pedo en medio de un gentío, enrostrándole este sermón anexo: ¿Y todavía, pedazo de inmundicia, sin haber hecho antes nada de valor como para tener la audacia de hacer eso en público, vas a empezar ahora y delante de nosotros a despreciar la opinión (δξης καταφρονεν)?[46] Primero hay que llegar a cínico y recién entonces uno está en condiciones de burlar el recato, las normas de urbanidad y el prestigio.

     Queda visto que el cinismo destila una aversión por la δόξα que deja a Platón como un tibio y convierte a estos filósofos en evidentes herederos de Parménides. Y tan parmenídicos cuan antiplatónicos, le oponen la αλήθεια, no la πιστήμη, volviendo a la alternativa tajante de las dos vías. No tienen para ofrecer a cambio la ciencia sino los actos, los hechos, los esfuerzos ascéticos, la sinceridad o franqueza[47]. Pero mientras en el marco oficial de la historia de la filosofía la δόξα es la opinión, por las napas freáticas de los pies de página, allí donde se filtraron las aventuras del Perro y compañía, se suele hablar de otra cosa y los traductores se ven forzados a cambiar opinión por fama. En un campo de maniobras que es existencial, moral y satírico, no hay otro conocimiento que el de la experiencia de vida y el de la acción ascética, y el cinismo se menea entre la alteración de la moneda y el conocerse a sí mismo –si no entre el parecerse a los dioses y el bien por naturaleza. En cualquier caso la δόξα –respetabilidad, reputación, prestigio, esplendor, gloria, pompa y nombradía– es uno de los grandes obstáculos a vencer: oropel, brillo falso, luz que engaña y lleva al cínico a hacerse tan oscuro como Heráclito. Se vuelve fosco o irrelevante, anónimo o turbio, porque si el εδοξος es ilustre y notable, el δοξος da la nota luciéndose y haciéndose notar como un ignoto que ilustra sin lustre alguno. Como encara menos a los juicios que a lo prejudicativo, a las condiciones psíquicas, sociales o morales que los hacen posibles, el clown de la sobrevivencia y el héroe de la virtud meten a la δόξα por la fuerza en el escenario de lo cotidiano y en el terreno de la economía-política, la sacan de los elíseos campos de la gnoseología y la devuelven a la base, por lo que deja de ser un asunto intelectual y se vuelve visceral, deja de ser semi-ignorancia y se convierte en vicio y a su ritmo bailan los estúpidos y los altaneros, los pretenciosos y los engañados, los vivos y los tontos, los suertudos y los desdichados. Si al cínico no le interesa nada de lo que está entre el bien y el mal, entre la virtud y el vicio, ese tramo difuso entre la ciencia y la ignorancia que comporta la opinión según Platón, es materia desechable: el parecer es para aparentar y aparecer y las estimaciones no tienen otro fin que el de querer ser estimado. Y si la δόξα es esperanza y expectativa, él no las tiene –sea en el campo social, en el epistemológico o en el religioso. Pero si el cinismo no fuera parmenídico sino nietzscheano, si la bandera de la reacuñación no consistiese en tomar partido por la verdad frente a la opinión, las apariencias, las convenciones, sino en tomar partido en contra de lo establecido, la δόξα ahora convertida en creencias no dejaría de ser el ídolo a derrocar. Al contrario, el cinismo no sería otra cosa que un perpetuo combate contra ella sin mayor trasfondo ni alternativa alguna. No sólo la fórmula de Diógenes –reacuña la moneda– deja abierta la cuestión de la verdad en el cinismo; la de Mónimo τφον τ πντα o todo es humo o vanidad– fue presentada por el cómico Menandro, aparentemente, como no compatible con el conócete a ti mismo –ya que estaba por encima (πρ) de preceptos como el pítico. Este cínico radical de primera ola, que parece decir que todo juicio es sueño y locura (πνος y μανα), que todo es una escenografía (σκηνογραφία), que no hay afuera de la caverna y todo está en manos del genio maligno, fue fichado por Sexto entre los impugnadores del criterio de verdad, mientras que para Laercio era un filósofo que despreciaba tanto la opinión cuanto instaba a la verdad (στε δόξης μν καταφρονεν, πρς δ' λήθειαν παρορμν)[48]. La δόξα y el τφος van de la mano y de hecho Mónimo asoció al último con los términos πόληψις suposición, sospecha, interpretación, un juicio atolondrado– y οησις –opinión, punto de vista, engreimiento. Su fórmula –todo es presunción (πν πληψις)– puede entenderse, más allá de la denuncia moral, como una suerte de dogmatismo escéptico según el cual detrás de los pareceres y las apariencias no hay ninguna verdad. Pero Juliano, al reconectar el reacuña la moneda con el conócete a ti mismo, no sólo religa al cinismo auténtico con la verdad, sino que lo confronta con una δόξα específica: los pareceres de la multitud, del montón, una distinción que no es antojadiza porque se ve en otros testimonios. Así la δόξα en algunos contextos puede ser entendida como opinión pública, como ideología, o como la sedicencia impersonal y las habladurías de las que hablaba Heidegger, ya que un cínico debería repudiar por igual la consideración de las élites, lo meritorio según la tradición, como la consideración del populacho, la fama en el más plebeyo de los sentidos: debería ser tan desprestigiado como impopular. Cuestión problemática para una filosofía forzada a transmitirse y sobrevivir fuera de los reductos selectivos, por lo cual no contaba con otro recurso para surtir sus efectos y perdurar que aquellos aportados por la mismísima δόξα. El cínico como un populista por la inversa.

     Tentativas de explicación del vínculo entre φσις y νμος en el cinismo desde luego cunden y proliferan: Doyne Dawson, por ejemplo, sugiere que el cínico era la encarnación espontánea de la virtud natural, que veía a la naturaleza moralmente pero evitaba someter la moralidad a reglas, mientras que Suzanne Husson razona que no tenía una visión global de la naturaleza ni un concepto cosmológico sino ético-axiológico, y a la vez describe a Diógenes como un paródico legislador de anti-leyes orientadas a invertir o abolir las normas, prácticas y costumbres reinantes (si bien parece mantener que la naturaleza es el eje de la filosofía cínica, ya que la República de Diógenes no sería más que una ciudad en busca de ella, de acuerdo al subtítulo de su libro: une cité en quête de la nature). René Brouwer conjetura que los cínicos no dejaron de elaborar doctrinas constructivas (lo hicieron al menos sobre cuatro ítems: la vida simple, el mundo como ciudad, la naturaleza, y el derecho como civilizado) y por lo tanto podrían haber inspirado la teoría estoica de la ley como fuerza racional de la naturaleza (law as the rational force of nature) –de lo cual, como observa, resulta el impensado corolario de que el derecho romano es un retoño del cinismo, ya que Cicerón lo enhebró en la doctrina de la ley que los estoicos derivaron del anti-convencionalismo cínico. Till Rudnick colige que un Diógenes agarrado a una ley natural se toparía con el meollo de subordinarla a los individuos concretos o en su defecto supeditarlos a ella, cosa que el comentarista resuelve más bien por la primera, imaginándola como un Naturrecht im Fluss, como una ley natural universal pero en flujo, nunca determinada o determinada por die konkreten Individuen (y así describe a Diógenes como un anarquista que postulaba una moral sin coerción ni sanción einer Moral ohne Zwang und ohne Sanktion– y andaba a la caza de una comunidad justa integrada por individuos independientes que formaran parte de ella por propia y libre voluntad).[49]

     Que se sepa Diógenes nunca se declaró ciudadano de la naturaleza, y hubiese sido redundante porque de acuerdo a Aristóteles la ciudad (que como el cínico, aspira a la autosuficiencia y la buena vida) lo es por naturaleza tanto como el humano es por naturaleza un animal político. De ahí la afirmación de Olimar Flores-Júnior que asegura que el cínico no es en esencia un πολις sino un extremista del ζον πολιτικόν aristotélico, porque propone la adopción política de una vida κατ φύσιν, la aceptación de la naturaleza animal pero para vivir políticamente[50]. Cuando Aristóteles habla de un πολις que sería o superior o inferior al πολιτικν ζον, se refiere a aquel que lo es por naturaleza y no por la suerte (δι φύσιν κα ο δι τύχην)[51], y habría que preguntarse si Diógenes –probable subtexto escondido detrás de tales ideas–, conocido por definirse a la vez como un κοσμοπολίτης y como un πολις, vivió privado de ciudadanía por una desgracia o porque su naturaleza era menos humana que bestial y divina. El cínico evidentemente es πολις en los hechos, pero en los ideales suele presentarse como un πολίτης universal. La estrategia de desestabilizar las normas no solía venir sin el acompañamiento propositivo de invertirlas, de manera que la politicidad del cinismo, oscilando entre el exagerado utopismo y las tergiversaciones de lo burlesco, está bastante a la vista. Si bien la Epístola 4, en la que Diógenes rechaza la invitación de Antíprato a ir a su mesa en Macedonia, dice que lo regio (βασιλικν) es que cada uno viva donde pueda hacerlo (που ν δνηται ζν), en la Epístola 1, dirigida a los sinopenses que lo condenaron al destierro, los condena a la permanencia, que en este caso es vivir entre comerciantes y gente de aborrecible linaje, mientras él se marcha a vivir con quienes son conciudadanos de los dioses (θεο πολιτεονται) –y nombra a los de Delfos y Elea, a Solón y a quienes liberaron Grecia de los medos. Aunque les dice que es mejor afincarse en cualquier parte (πουδποτε οκεν) que recidir junto a ellos, Diógenes no se está yendo a cualquier sitio, sino allí donde está el foco de la vida política y prospera amparada por lo divino. Hay una escena en la que es interrogado por unos agentes del orden porque en medio de una ceremonia colectiva se encontraba tirado en el suelo, y cuando los tipos le preguntan quién era y de dónde venía, él apenas contesta que es un perro moloso. Frente a semejante actitud sospechosa y rebelde lo hacen comparecer ante unos generales y cuando estos le preguntan por qué desprecia la ciudad y las leyes públicas οτω καταφρονες τς πλεως κα τν νμων δημοσων) él niega haberlo hecho[52]. Así cuando Onesícrito le cuenta al gimnosofista sobre las prácticas que profesaban Pitágoras, Sócrates y Diógenes, suponiendo que eran equivalentes a las de ellos, este sólo las aprueba de forma parcial, dado que les recrimina haber vivido profesando un excesivo respeto por las leyesαν δ τος νμους ασχυνμενοι βεβιωκναι) o que erraban al anteponer la ley a la naturaleza (ν δ' μαρτνειν, νμον πρ τς φσεως τιθεμνους)[53]. Los textos cínicos que tratan sobre los gimnosofistas, que abundan hasta el hartazgo en la apelación a la naturaleza, parecen dar fe de una tendencia interna que buscaba radicalizar el rechazo a las normas griegas tradicionales yendo más allá de lo hecho por Diógenes, quien por lo visto aparecía como indulgente ante ciertas normas y convenciones al uso –empezando por andar, mal que mal, vestido y no desnudo. De manera que si a primera y segunda vista da la impresión de que νόμος es lo que no es φύσις y viceversa, podría ser que este par no estuviera compuesto por dos polos necesariamente contradictorios e incompatibles, tal como presentaban la cosa algunos sofistas como Calicles. Son Plutarco y Laercio los que informan, en una frase calcada, que Diógenes oponía ambos términos (ντιτιθέναι νόμ δ φύσιν)[54], aunque podría llegar a suponerse que más que a una contraposición el verbo aludiese a una contrastación o parangón. Heráclito rezaba que a la naturaleza le gusta esconderse, y al cínico –hay que rezar– le gusta revelarla, sacar a la luz esto que da luz. Pero si el cinismo es la pesquisa o la busca de la naturaleza (κυνισμς φσες στιν ναζτησις)[55], la tarea del prosélito vendría a ser desmontar las reglas para despejar lo que es natural de lo que es convencional o consuetudinario en ellas, desenmascarar aquello que siendo nomás convención funge como si fuera naturaleza: operar contra la naturalización –sin ir más lejos. Es así que frente a la tendencia general que hace de la secta del Perro un club de amigos de las polarizaciones, algunos analistas de última hora opinan en contrario que el propósito que los inspiraba era el de disolver todo sistema de oposiciones, restricciones programáticas y valores fijos, en camino hacia el simple paradigma de la vida fácil[56]. Anteponer la libertad a todo –como dice Diógenes de acuerdo al modelo de Heracles– conllevaría incluso deshacerse de las constricciones de la naturaleza, al menos de aquellas que atañen a la naturaleza humana, a la que el cinismo, según denunció Séneca con cierto pavor, excedía. Así puede verse que en la Epístola 39 Diógenes aconseja al aprendiz hacer un sondeo filosófico sobre sí mismo respecto de lo que es κατ φσιν y lo que es κατ νμον, que concretamente se relaciona con una práctica de lo más fácil (μελτη ν τ ῥᾴστ). Se trata en este caso de la ejercitación del morir (μελετσειας ποθνσκειν) separando en vida el alma del cuerpo, una bella práctica aconsejada por los socráticos que sirve para eludir la muerte penosa y contribuye a volver dulce a la vida, no desagradable el final y muy llevadero el camino ( βος δς κα τελευτ οκ ηδς κα δς ῥᾴστη), y que permite vivir libremente, mandando y sin ser mandado (ζσ γρ λεθερος, ρχων κα οκ ρχμενος), una vida regia y contemplativa en armonía con el todo, de acuerdo a los dioses y opuesta a la vida salvaje o rústica (γρου βου). He aquí un Diógenes que propone un ascetismo menos atlético y cuasi trasmundano, pero decididamente inclinado a la vida llevadera y según el cual lo facilísimo es también lo justo (δκαια κα ῥᾷστα).

     En el epistolario endosado a Diógenes, que no deja de ser un florilegio que expone los múltiples matices de distintas versiones del cinismo, el recurso a la φσις aparece cumpliendo varias funciones. En la Epístola 21 confirmando la distinción entre el βος κατ τφον y el κατ' ρετν[57]: Diógenes llama a no ser agradecido con los progenitores, debido a que los seres nacen de modo natural (πε φσει γγονε τ ντα), porque los actos sexuales (φροδισων) se realizan en vistas al placer y no a la generación y no son resultado de la deliberación y la voluntad. Así como ella nos engendró también nos va a destruir (ατ γρ ς γννησε, κα διαλσει), se dice en la 25: a la naturaleza le fue concedido lo anterior al nacimiento (τ πρ τς γενσεως) tanto como lo posterior a la vida (τ μετ τ ζν), por lo cual él nada sabe de la muerte y la sepultura (περ θαντου κα ταφς) y no hay que tener ninguna preocupación sobre llegar a hacerse insensible (νασθητος). Diógenes sostiene que basta para manejarse vivir según virtud y naturaleza (κανν γομαι τ κατ' ρετν κα φσιν ζσαι). En la 35 la naturaleza le sirve para liberarse de responsabilidad por la erección que tuvo entrenando lucha con un joven: si las narices funcionan enteramente por naturaleza (ῥῖνας λως π τ φσει εναι), no tiene sentido considerar que el pene actúa por nuestra voluntad (μν π τ προαιρσει) –por lo tanto fue una erección espontánea (ατματος στθη), es decir natural (στυτικ φσει). La Epístola 38 trata sobre la reproducción de la especie humana (γνος νθρπων) y aconseja no casarse ni criar hijos, porque ambos actos incrementan los pesares de la debilidad humana (πιφορτζει δ γμος κα τκνα ναις τν νθρωπνην σθνειαν) y al hombre imperturbable le basta con lo propio ( δ παθς καν πρς πομονν πολαβν τ οκεα), conclusiones a las que llega porque ha examinado la naturaleza de los seres (τεθεαμνων στ τν τν ντων φσιν). La naturaleza también aparece como el rasero de las gratificaciones que recibe por su ejemplo de vida y su enseñanza: sólo acepta en dinero, bienes o alimentos lo suficiente por naturalezaν μετρων λμβανον τ πρς τν φσιν ποχρντα) y únicamente de los moderados que se lo agradecían y no de los viles (φαλων). La 36 distingue el rol de la φσις en los animales irracionales y en el racional, ya que a los primeros los hizo de tal manera que estando desnudos pueden vivir sin pasar frío, en cambio es el λγος el que hizo a los hombres como son de un modo tal que pueden sobrellevar hambre, frío o desprecio bastándose con lo que la naturaleza produce. Sólo la Epístola 28, finalmente, alude a la relación naturaleza-ley: este Diógenes, al borde de la prosopopeya, afirma que la naturaleza odia (μισε) a los griegos tanto como él y que los va a vengar (τιμωρέω) por haber maquinado leyes para sí mismos según el τφος y la κακα[58], e incluso por disfrutar poco y sufrir mucho (μικρ μν γρ εφρανεσθε, πολλ δ λυπεσθε) y enfrentar a la vida natural y verdadera de los perros (βου φυσικο κα ληθος). Las Epístolas 6 y 13, que abordan la anécdota del vaso, dejan ver bien una particularidad de la relación cinismo-naturaleza. En la primera es un niño (πας) el que se va convertir en maestro (πιστάτης), mientras que en la otra el maestro (διδάσκαλος) es un trabajador al que encuentra en una fuente cuando va a tomar agua. La última explicita la oposición entre φσις y δόξα: se dice que la δόξα no hace otra cosa que deponer, expulsar o quitar (κβάλλειν) a la φσις, cuando lo que corresponde es restaurarla o recuperarla (κατάγειν), rehabilitarla para la vida como salvación o rescate de los hombres (κ το βου π σωτερίᾳ νθτρπων). Ambas versiones conectan a la naturaleza con el verbo ερίσκω: se trata de un descubrimiento casual, un hallazgo, de enterarse encontrándose con algo ignorado, sorpresivo y aleccionador. Encuentra en el criado o el crío que bebe con el cuenco de la palma un descubrimiento (ερεσις), pero un hallazgo útil (ερεσιν εχρηστον), que en el segundo de los casos le comunica a Crates para que lo difunda en el ágora –y así también explica en la 42 que se masturbó antes de que llegara su partenaire porque la satisfacción sexual es más fácil de descubrir (εποριστοτραν ερσθαι) que la satisfacción del vientre. Como la naturaleza es prolífera o múltiple (πολλ φσις), los descubrimientos no son concluyentes y definitivos, lo que vuelve al cínico un empírico –aparentemente cándido pero enteramente pragmático– dispuesto a hacer de su vida filosófica una perpetua investigación sobre los límites y condiciones de lo natural. Y va por ahí el propio Juliano, que aborda el κατ φύσιν en relación con la σαρκοφαγία –la dieta carnívora–, cuando argumenta que Diógenes pretendió poner a prueba (ξελέγχειν) si era o no natural para el humano y discriminar así δόξα de λόγος en la cuestión: la naturaleza hizo posible (νειμεν φύσις) que las bestias se beneficien comiendo carne cruda y él debía verificar si sucedía lo mismo o lo contrario sobre el cuerpo humano. Curiosamente parece que razonó que las carnes no dejan de ser lo que son por más veces que se las cocine o sazone, de manera que si es malo comer carne cruda lo es de igual modo tragarla cocida –lo cual recuerda la teoría del enunciado corto de Antístenes: la carne es carne, no carne preparada o cruda. Este experimento incluía dos vocaciones del cínico, la investigación de la naturaleza y el arrojo, ya que no atreverse a engullirlas crudas comportaba cobardía (δειλία) y él quería averiguar si las carnes se comen hervidas (σαρκν ψημένων) simplemente porque está establecido y por acostumbramiento (por el νόμος y el θος) y someter a experiencia la creencia de que el fuego hace limpio y puro lo que es sucio y repugnante. Un cínico omnívoro (παμφάγων) acusaba a Diógenes de pedante por esta prueba que realizó según Juliano en carácter de ministro y servidor de Apolo, ya que había recibido la orden divina de abolir toda monedaν ξελεν τ νόμισμα)[59]. Por supuesto que esto no se condice con lo que refiere Laercio: que para Diógenes sería lo mismo comer carne que pan y verduras, porque todo está en todo y los cuerpos se contaminan mutuamente por poros invisibles –explicación de corte teórico-especulativo inspirada en Anaxágoras que habría utilizado en la tragedia Tiestes (obra apócrifa según Juliano) y por la cual justificaba alimentarse de carne incluso humana.[60]

     Por la Epístola 28 de Diógenes hay noticia de que fue Antístenes quien al conocerlo puso a su alcance no sólo la razón y la verdad sino la naturaleza (φσιν, λγον, λθειαν παρεξβη). De los cuatro libros que el precursor escribió sobre la φύσις –sin contar uno Sobre la naturaleza de los animales– dos llevan el tradicional rótulo de los tratados presocráticos (Περ φύσεως αʹ βʹ), pero los otros dos, en consonancia con esta manera cínica de acercarse a lo natural, llevan por nombre algo así como Investigación sobre la naturaleza (ρώτημα περ φύσεως αʹ βʹ)[61]. No obstante en esta materia es poco lo que se conoce de él, salvo que estableció la oposición entre κατ νμον y κατ φσιν en relación con los dioses (muchos según convención, uno según natura)[62]y que de acuerdo a Teodoreto y Clemente consideraba que el amor es un mal o un vicio de la naturaleza (ρωτα κακαν τς φσεως), si bien Laercio informa que –lejos del citado Diógenes y más cerca de Crates y los estoicos– sostenía que el sabio debe amar (ρασθήσεσθαι) y emparejarse para procrear vinculándose con las mujeres «εφυεστάταις» (mejor formadas, de mejor naturaleza o naturalmente adecuadas), dado que sólo él conoce a quiénes hay que amar[63]. No se diría que dicha κακα erótica sea un mal inscrito en una especie de entidad universal, sino más bien en la naturaleza de esos infelices (κακοδαμονες) que se debilitan y enferman endiosando al amor, ya Antístenes parece tratar sobre una naturaleza individual (la de la mujer de buena madera, la del malvado o la del sabio εδαίμων), y sus inquisiciones lógicas más bien se limitaban a indicar que las cosas y los seres tienen una naturaleza propia y singular y no a postular la primacía o preexistencia de una especie de orden general, atemporal y eterno, siendo que parece haber buscado dar con un lenguaje objetivo y no con un mundo previo a la civilización y pletórico de bondades.

     El humano, a diferencia de los vivos irracionales, tiene de su lado a la razón tanto como a las manos. La Epístola 37 de Diógenes se encarga de dar cuenta de que no se necesitan esclavos para hacer aquello que puede realizarse con las manos proporcionadas por la naturaleza. Y si con ellas además se puede beber, Diógenes puede sentenciar también en este caso que eran mejores y más útiles las manos que él había recibido de la naturaleza (βελτους κα χρησιμωτρας τς χερας φσας αυτν εηφναι παρ τς φσεως) y soltar el cacharro que usaba[64]: «No sabía que la naturaleza también tuviera taza» (nesciebam quod et natura haberet poculum) dice la graciosa versión de Jerónimo. Una tecnología tan elemental como el vaso, taza o copa (ποτήριον, calix, κλικα, scyphus, poculum), se convierte en algo nimio, superfluo o innecesario (supervacuus, nimiam), que hace que Diógenes –escribe Séneca– se haya considerado a sí mismo como un homo stultus por haber cargado con ella por tanto tiempo. Pero mientras Basilio cita la anécdota para declarar su admiración por aquel hombre que se enorgullecía por bastarse apenas con lo dado por la naturaleza (τος παρ τς φσεως μνοις ρκεσθαι φιλοτιμομενον), la escena llevó a Séneca a cuestionar que Diógenes fuera más sabio que Dédalo, el inventor de la sierra, porque, como bien dice Jerónimo, este bastarse con lo dado lo convertía en el vencedor de la naturaleza humana (naturae victor humanae), lo que para Séneca no era otra cosa que excederla.[65]

     La norma cínica de obrar según naturaleza es para Séneca exceder la naturaleza humana[66], tanto quizá en la tendencia hacia el animal como en la tendencia hacia la divinidad. La naturaleza del ser humano para el cínico probablemente no es otra que la del animal, con la salvedad de que es racional y no irracional y por lo tanto la desenvuelve a través del λγος y no de los impulsos. Sin embargo la ascesis existe para perfeccionar esa condición natural y ese parece ser el campo de acción de la libertad inspirada en el carácter de Heracles –así como de la fuerza de voluntad socrática de la que hablaba Antístenes. Si se trata de bastarse con poco (λγοις ρκεται)[67], la naturaleza da la pauta primordial para eludir lo superfluo; pero el ejercicio y la libertad permiten ir más allá cuando el propósito es la fortaleza y demás virtudes del cinismo. Diógenes le preguntó a un afeminado si no se avergonzaba de haber tomado una decisión sobre sí mismo peor que la naturaleza (χείρονα τς φύσεως περ σεαυτο βουλευόμενος)[68], porque ella te hizo varón, pero vos te esforzás por ser mujer ( μν γάρ σε νδρα ποίησε, σ δ σεαυτν βιάζ γυνακα εναι). Este esfuerzo es opuesto al πόνος κατ φσιν, ya que el verbo que utiliza es βιάζειν y más bien se entiende como un forzamiento de la naturaleza, como un acto violento dirigido a la φσις: más que esforzarse en ser mujer, se fuerza a serlo. Una cosa es el trabajo y otra la violencia, y no hay manera de que afeminarse sea una σκησις, ni tampoco de que la libertad suponga decisiones que empeoren el ras de lo natural. Acá la naturaleza es un límite fáctico o real que el vicio puede transgredir o empeorar; pero se puede pensar que también podría mejorarse o superarse, ya que la ascesis puede mejorarlo todo (δυνατν δ ταύτην πν κνικσαι)[69]. El ascetismo diogénico que mienta Menipo es menos una ley natural que una ley de Diógenes, aquel que según Séneca excedía la naturaleza humana; pero ese exceso –propio en todo caso de la libertad cínica– no dejaría de ser κατ φύσιν, el resultado de una superación lograda por los esfuerzos de un ejercicio que parte del condicionamiento natural. Así cuando Juliano asegura que Diógenes ofrecía sin restricciones su cuerpo a los esfuerzos para hacerlo más fuerte de lo que era por naturaleza (ς τ μν σμα τος πόνοις νέδην παρεχεν, να ατ τς φύσεως ωμαλεώτερον)[70]da cuenta de que el entrenamiento oσκησις no se reducía a mantener lo dado por la φύσις. La λευθερία no es una licencia de lo natural, sino que existe para perfeccionarlo. Incluso la παιδεα cínica también contribuye a mejorar la propia naturaleza: la educación a lo Heracles –en la hombría y la grandeza de alma–, promovida por Diógenes y de la que hablaba Dión, equivale a ser καλς πεφυκς y facilita (ῥᾳδως) la otra educación formal[71]. Como la naturaleza propia no es algo definitivamente dado, se puede operar sobre ella y alterarla para bien. Aunque Máximo de Tiro dice que Diógenes no necesitaba de médicos y adivinos porque el régimen de vida (διαίταν) que lo hacía saludable y fuerte (γιεινς κα σχυρς) correspondía a estar habituado a la naturaleza general (θς ν τ το παντς φσει)[72], en otro texto le dice a aquel que llamaba πόνοι a las δοναί de Diógenes –sufrimientos a sus placeres– que lo hacía porque medía lo de Diógenes con una mala vara que era la inherente a la naturaleza suya y no a la de Diógenes (μετρες γρ τ Διογνους τ σαυτο φσει, πονηρ μτρ), ya que él sufriría haciendo lo que el otro disfrutaba[73]. El régimen de vida, habrá que pensar, lo dotaba de una naturaleza superior. Así cuando uno pretendió encomendarle a su hijo advirtiéndole que era de la mejor naturaleza y de excelente conducta o muy fuerte personalidad (εφυέστατός στι κα τ θη κράτιστος), contestó ¿Y entonces para qué me necesita? (τί ον μο χρζει)[74]. Si alguien es εφυής, si está bien formado o es de buen natural, no precisa de la corrección cínica.

     Se cuenta que a uno que andaba afeitado o a otro que se paseaba en caballo perfumado y vestido como prostituto les lanzó ¿No vas a acusar a la naturaleza de que te haya hecho varón y no mujer? τι χεις γκαλεν τ φσει, τι νδρα σ ποησε κα ο γυνακα)[75]. En esto Clemente va más lejos y lo conecta con la ley y la sociedad ideal de Diógenes, cuando asegura que según él afeitarse la pelambre –símbolo de la naturaleza viril– es un acto impiadoso de transgresión de la leyς νδρδους φσεως σμβολον, τ λσιον, παρανομεν νσιον) que debe ser apartado lo más lejos de nuestra República (πορρωττω τς μετρας κτοπιστον πολιτεα), lo mismo si lo perpetran los afeminados para gustar a los hombres, que para atraer mujeres los adúlteros.[76]

     Estobeo relata que Diógenes se encontró con Platón y le preguntó si estaba escribiendo Las Leyes νμους γρφει). Como le contestó que sí, volvió a preguntarle si no había escrito ya La República (πολιτεαν γραψας). Y como volvió a asentir, volvió a la carga diciéndole: ¿Pero es que la República no tenía leyes? ( πολιτεα νμους οκ εχεν). Y como Platón le dijo que sí las tenía respondió: ¿Y entonces qué necesidad tenías de volver a escribir Las Leyes?[77]Más allá del chiste tonto –arma letal en manos de un cínico–, queda por elucidar si el Perro se está burlando del género literario al que él habría venido a parodiar o si está reforzando la idea de que no puede haber ciudad sin ley ni viceversa. Todos estos semblantes de Diógenes en definitiva apuntan a convertirlo en un sustituto de reyes, legisladores y demás filósofos y en un gobernante de otro orden –cuya jurisdicción queda por determinar. Se diría que no hay Diógenes ni cinismo sin ley, pero ese νμος además de no ser κατ δόξαν tampoco debería ser κατ νόμον, o bien y por así decir κατ νόμισμα. Y si es κατ φύσιν no lo es como abstracto imperativo universal sino como resultado de una investigación concreta, contingente y provisoria. Pero si el cinismo busca disolver las antinomias, consigue abrazar la antonimia y volverse bivalente, convertirse en el reino del doble mensaje. Lo más difícil es lo más fácil y viceversa. Y también lo citadino, fino y cosmopolita se revierte en lo rústico, grotesco y salvaje, lo mismo que lo universal en singular.

     En una de las epístolas Diógenes le dice a Alejandro pero tal como nacimos, sábelo, así vivimos (λλ' ς γεννθημεν, σθι, κα ζμεν), y se lo dice al Alejandro que a continuación lazará la famosa oración acerca de que si no hubiera nacido como Alejandro se habría hecho Diógenes[78]. La frase del macedonio se concentra en el verbo γίγνομαι y la de Diógenes en los verbos γεννάω y ζω: el filósofo declara vivir como fue engendrado, creado, dado a luz, y Alejandro asegura que nació o fue producido como Alejandro; él es según nació y Diógenes según nació vive. En otra carta, no obstante, Diógenes arroja esta frase: pero sólo una cosa sé con seguridad: la ruina sigue al nacimiento (ν δ μνον μαυτ ββαιον σνοιδα, τν μετ τν γένεσιν φθορν) –a la generación sigue la destrucción, el deterioro, la muerte, la corrupción–[79], mientras que en otra sostiene que tal como la naturaleza nos engendró nos va a destruir y que a ella le concierne lo anterior al nacimiento y lo ulterior a la vida[80]. Vale decir que la gesta o la tarea del cínico no tiene que ver con seguir a la naturaleza, cuyo trayecto es nacimiento, degradación y muerte, sino con desandarla: se trata de vivir tal como uno fue generado, o sea de resistir la decadencia, de irle a contrapelo. Como nacimos vivimos podría leerse de esta manera: por un lado parece querer decir que se debe vivir de forma natural, sin alterar el estado original, sin pretender transformar lo que viene de origen, el típico naturalismo primitivista, la aceptación de las condiciones dadas, de la pobreza, y el repudio de lo prometeico; pero por otro estaría indicando que la fortaleza, la razón y los demás valores cínicos conllevan un ejercicio contra natura por mantenerse en la forma original, que la fidelidad al modo en que se fue engendrado comporta una lucha no natural contra la inercia y la entropía de la naturaleza. En este orden, el citado especialista Flores-Júnior postula que en definitiva el famoso as en la manga del argumentario del Perro, la bienquista φσις, no tendría nada que ver con un patrón fijo puesto a jugar el papel de norma ética universal válida para todo el mundo, ni de venerable antítesis de todo lo artificial o cultural. Después de todo ellos aborrecían los dogmas y bien podría Diógenes haber salido con una linterna por los bosques y las campiñas a buscar la Naturaleza con mayúsculas. Más que reconocer en la φύσις un modelo y criterio de conducta, la doctrina cínica indicaría que uno debe conocer su propia naturaleza (τ δια, τ οκεον), y tal sería el sentido del conócete a ti mismo preconizado por los perrunos. Además este analista demuestra, contra el esquema general de Goulet-Cazé, que no siempre los animales son vistos por los cínicos como superiores al humano o dignos de imitar. Contra el grueso de los traductores, Flores-Júnior revela que hormiga y escarabajo son para Crates en realidad un ejemplo negativo –uno por acumular mierda, entre otros menesteres, y la otra por su conducta codiciosa y previsora– que más bien corresponde a la aspiración de gloria y riquezas cantada por Solón[81]: son dos alimañas que hacen pensar no tal vez que el esfuerzo inútil yace también en la dimensión de las bestias, pero sí que no toda bestia es digna de ser copiada al ras por el humano. De manera que la exploración cínica de la naturaleza sería poco más que el escrutinio de las limitaciones que impone al individuo, particularmente en vistas a superarlas para adaptarse de una manera activa a las circunstancias. Más bien el entrenamiento cínico mediría en cada caso lo que está de acuerdo o no a la naturaleza de cada quien, de qué es capaz un cuerpo, un examen de las capacidades de cada uno para eludir los esfuerzos inútiles montados sobre idealizaciones quiméricas. Anteponer la libertad a todo sin explorar la naturaleza de los seres y las cosas –la de uno mismo al menos– bordearía la necedad, insensatez y vanidad que un buen cínico deplora con fervor. Superados los escollos tramados en la complicidad de los νόμοι y las δόξαι –esa conjugación que convierte a los tontos en más brutos que los animales–, las leyes o pautas provisionales que la vida cínica iría forjando en camino vendrían a ser el resultado de una contrastación razonada entre la libertad y la naturaleza, que no es un concepto monolítico del redil epistemológico sino una noción del lenguaje ordinario funcional a la experiencia existencial. Flores-Júnior rechaza el perpetuo estribillo que dice que el cinismo es un movimiento anti-prometeico que yergue por divisa el regreso a la naturaleza. A su criterio no es más que una ética del mínimo basada en autarquía, libertad y ascetismo, y cuyo fin sería la vida fácil: el βίος ῥᾴδιος o κατ’ευτέλειαν. Que el horizonte no era cuestionar la civilización ni rechazar de cuajo la cultura, la técnica, la ciencia o los estudios, lo prueba observando que Diógenes no dejaba de usar aceites perfumados ni comer de vez en cuando pasteles, que escribía obras, educaba a los niños con resúmenes de poetas o desistía de vivir en una casa menos por principio que porque se demoraban en entregársela. La crítica no es a los refinamientos –dice Flores– sino a los esfuerzos por alcanzarlos: las mieses del νόμος –los entes κατ νόμον– suelen entorpecer y dificultar la buena vida, pero Diógenes estaría dispuesto a beneficiarse de ellos en la medida en que la faciliten, y las dificultades que se impone a sí mismo no son más que desgracias a los ojos de los necios apegados a la δόξα.

     Las oraciones de Dión Crisóstomo podrían apoyar esta hipótesis. En Diógenes o de la tiranía se lee que el fuego ofrendado por Prometeo a la humanidad dio origen a los vicios que hicieron a la vida humana más miserable que la de los animales, volviéndola dolorosa y dura o trabajosa y difícil (πιπόνως κα χαλεπς). Tales vicios son la μαλακία, la παλτης y la τρυφή, tres palabras que comparten el significado de suavidad o ternura, a los que μαλακία agrega los de debilidad y afeminamiento, indecisión e impaciencia, y τρυφή los de delicadeza, delicia, lujo y lujuria, y también engaño, desenfreno, orgullo y soberbia, desobediencia y fastidio. Esta δίαιτα derivada de la intervención del titán es de suyo contradictoria, ya que combina un afán a todo trapo por encontrar la satisfacción o los deleites –la δονή emparentada con tales morbos– con un exceso de cuidados, temores y precauciones: la desgracia humana está dada por la imbricación de dichos males con el temor a la muerte y el empeño en asegurarse la vida a toda costa, el precaverse (προμηθεσθαι) traído también por Prometeo. Diógenes dice que la σοφία propia del ingenio fabril y la invención (πανουργίαν…κα τ πολλ ερίσκειν κα μηχανσθαι) no contribuyó a la hombría y la justicia (νδρεία y δικαιοσύνη), sino que al orientarse tras la persecución del placer o lo agradable (δύς), queriendo hacer la vida más liviana la hizo más pesada y elaboró un mal vínculo entre πιμέλεια y προμήθεια, entre el cuidado y la previsión. Pero como son los dioses los que se caracterizan por vivir fácilmente (ῥᾳδίως ζν), el timonazo naturalista que hay que dar para no ser más mísero que las bestias y hacer a la vida más expedita y cómoda es emular la vida divina. Lo que era para bien del hombre como νθρωπος, era para mal del hombre como νήρ: la filantropía prometeica desbarata la hombría y la filantropía divina de Zeus la favorece. El medio para hacer la vida más flexible y hacedera no es otro, evidentemente, que el de endurecerse. Si algo no le cabe al cínico es aquel adagio del epicúreo Michel Serres: lo duro no dura. Cuando uno se ablanda la vida se endurece y cuando uno se endurece la vida se ablanda. Dión Crisóstomo, que da por sentado que el sinopense era el único hombre libre y sin dudas feliz, asegura que vivía mejor que el rey persa, ese que se daba el lujo de pasar los veranos en ciudades frescas y el invierno en ciudades cálidas, porque él hacía lo mismo con un esfuerzo menor al recorrer la exigua distancia entre las urbes griegas y sobre todo al eludir todas las complicaciones que acarrea la tiránica vida de los poderosos. Veamos que Diógenes, en la medida en que le es posible, se permite sortear las imposiciones climáticas con un esfuerzo incluso menor que el aplicado por el hombre más poderoso. El dominio del fuego y su derivación el artificio técnico, destinados a facilitar la vida humana, la acaban complicando. Sin embargo ello ocurre de hecho porque predisponen a los hombres a inclinarse a tales vicios. Pero se trata de una predisposición, no de una fatalidad, porque de lo contrario Diógenes no perdería el tiempo en predicar, y además él mismo es el ejemplo vivo de una δίαιτα opuesta que aprovecha para bien los recursos dados por la sociedad, ya que lo suyo no es sólo irse de una geografía a otra sino de una ciudad a otra.

     Que la cosa no pasa por un retorno a la animalidad está a la vista en Diógenes o el discurso ístmico, cuando Dión se apoya argumentando que Heracles, con ser más lento que muchos de los bandidos que atrapaba, aun triunfaba sobre ellos gracias al arco y la flecha (inventos elementales, pero tecnología al fin y al cabo). Diógenes o de los esclavos, por otro lado, mantiene la tesis de que no hay ninguna necesidad intrínseca o natural de tomar esclavos, ya que por naturaleza se está en condiciones de ser autosuficiente: el humano no necesita más víveres que los que puede proveerse por sí mismo y la mejor y más salubre medida es la de lo suficiente para cada quien (ο δεται πλεονος τροφς νθρωπος δυνατς στιν ατ πορζειν, λλ τοτο μτρον κστ καντατον κα ριστον κα γιστατον); pero si hay que seguir la métrica natural y evitar tomar sirvientes es porque así se vive más cómodamente y con menos penas (ῥᾷον ζσι κα λυπτερον). La naturaleza –se lee– le da al cuerpo los recursos para ser autosuficiente, cuidar de sí y curarse por sí mismo, y por lo tanto atañe de forma restrictiva al orden de lo somático; pero lo que estaba en juego en la tesis de Diógenes o de la tiranía era de otro orden, era la libertad en relación al objetivo de la felicidad. La interpretación de esta última pieza puede variar según se ponga el acento en el ahorro del gasto inútil y la simplificación eudaimonista o en el evidente alegato contra el progreso. Dión muestra un Diógenes enfocado en la vía más fácil para una vida saludable, despreocupada y desocupada, libre de embrollos públicos, sociales o intelectuales, o en todo caso preocupada y ocupada apenas en sortear los rigores de la naturaleza, transformándose y fortaleciéndose uno y no pretendiendo suplirla o suplementarla al empeñar el bienestar en aras del trabajo técnico y científico. Lo cierto es que menos que manifestar nostalgia por un estado salvaje o una vida campesina y agreste –al estilo moderno de un Rousseau– se empeña en no abandonar la vida urbana dentro de la cultura griega, y si declara que dejó de compararse con el rey, para decir que migra como las cigüeñas, las grullas, los ciervos y las liebres, no lo hace de la tundra al bosque sino fluctuando entre Corinto, Atenas, Mégara o Eleusis. Detrás del canto al primitivismo se esconde un elogio de la simpleza y el facilismo –si no del parasitismo social.

     Uno que podría suscribir que la clave del cinismo estaba en el βίος ῥᾴδιος es Luciano, no sólo cuando le hace decir a Diógenes que es muy fácil y asequible para todos (ῥᾷστ κα πσιν εχερ) –y de ahí que fuera un atajo a la fama[82]– sino cuando refiere que Demónax parecía seguir al sinopense por sus maneras o apariencia y por su vida fácil (κα τ σχήματι κα τ το βίου ῥᾳστών τν Σίνωπέα ζηλον δοξεν)[83]. Para él tanto el cinismo probo como el engañoso tienen esta característica: el de Demónax, que llevaba una vida discreta semejante a la de sus vecinos, lo mismo que el otro, que estaba a la mano de cualquier διτης porque garantizaba ser admirado sin necesidad de tener educación ni dar argumentos ni chácharas (ο γρ σοι δεσει παιδεας κα λγων κα λρων), bastándose con la desvergüenza, la audacia y aprender a insultar bien. También Galeno vincula el facilismo cínico con la carencia de educación (παιδευσία), en el párrafo en el que asegura que la fórmula del atajo a la virtud (σντομον π' ρετν δν) de la filosofía cínica es un camino muy fácil para la sabiduría (ῥᾴστην δν π σοφαν)[84]. Juliano, que en cambio discriminaba un cinismo originario y culto de otro presente e inculto, separa ετελεία y ῥᾴστος: refiriéndose a la auténtica dieta alimentaria de los cínicos relaciona el κατ φύσιν con el δν ετελείας, el camino de la simplificación, la vía económica; pero por otro lado censura a los cínicos ignorantes de su época porque no se apropiaban de lo mejor del cinismo antiguo sino de lo más fácil y cómodo ῥᾷστον κα κουφότατον).[85] Esta misma distinción se ve en Filodemo, pero con una valoración diferente. Filodemo da testimonio de que para muchos la forma cínica de vivir era la más ligera y llevadera (τι πολ κουφοττην κα ῥάιστην ο Κυνικο διαγωγν); pero su crítica va en otra dirección, y fiel al punto de mira epicúreo denuncia que estaba lejos de suministrarles una vida económica, pacífica, calma, prudente y sin preocupaciones, de manera que desconecta igualmente el βίος ῥᾴδιος de la ετέλεια, lo mismo que de la φρόνησις, la ταραξία y la ερήνη[86]. Aun si los objetivos del cínico son la felicidad, el bien inmediato, simplificarse la vida, fortalecerse a sí mismo y sobrellevar el día, a diferencia del epicúreo –y más allá del valor que le asigna al πόνος como dolor-trabajo– tiene una actitud agresiva e intrusiva, y si no participa en política, se entromete e interviene, conturba el espacio urbano y pretende –en el discurso al menos– dar vuelta el orden, lo que hace que a los ojos de un epicúreo el ideario cínico sea una nervadura de contradicciones: busca el bienestar personal mientras proclama la reforma social radical, pero entre el dicho y el hecho no es otra cosa que un agente del malestar en la cultura, básicamente un agitador con o sin contenido –y el cinismo puede llegar a ser la agitación por la agitación misma. Valga acá la frase de Demetrio, que definía a la vida retirada y mansa como un mare mortuum.[87]

     Claro que no en vano estos filósofos eran acusados al mismo tiempo de hacerla fácil como de complicarse al ñudo. Mientras el Crates de las epístolas define a Diógenes como el que descubrió el camino abreviado a la felicidad (Διογνην τν ερμενον τν σντομον δν π' εδαιμοναν)[88], Plutarco escribe que los cínicos habían descubierto el paso a la vez trabajoso y acortado hacia la virtudντονον μο κα σντομον ερηκναι πορεαν π' ρετν)[89]: es decir que –además de enrolar al atajo entre los descubrimientos propios del experimentalismo cínico– deja a la vista su carácter paradojal. Acá el camino es σύντομος y σύντονος, tanto como para la Suda es σύντομος y ετονος. La entrada sobre el cinismo de la enciclopedia bizantina, de evidente corte estoico, que lo precisa como una escuela filosófica (αρεσις φιλοσφων) cuya definición es atajo a la virtud ( δ ρισμς ατο σντομος π' ρετν δς) y su fin la vida virtuosaλος δ το κυνισμο τ κατ' ρετν ζν), viene precedida por esta máxima: el camino a la virtud es esforzado y los sabios deben hacer el perroτονος π' ρετν δς. κα, κυνιεν δεν τος σπουδαοις). Pero por σύντονος y ετονος, términos algo ambiguos, no necesariamente se puede entender trabajoso y esforzado: proceden del verbo τείνω, vinculado al arco y las velas, que expresa la idea de estirar, tensar, esforzarse o aguantar y también de apuntar o dirigir hacia un punto, alargar, seguir adelante, acelerar, tender a, llegar al límite, y comparten el significado de fuerte, enérgico, nervioso y tenso, poderoso, intenso o activo, severo, estricto y contundente, sano y serio y vehemente e imprudente; pero σύντονος incluso puede ser urgente y ετονος vivaz, elástico o flexible. Juliano efectivamente conoce el lema de la secta y lo menciona (τν σύντομον, φασίν, δν κα σύντονον π τν ρετν)[90], aunque o bien se lo atribuye a los cínicos de la época, o bien considera que forma parte de esas cosas fáciles que tomaron del cinismo original. La fórmula a la que alude, como en el caso de Plutarco –aunque este habla de πορεία y Juliano de δός–, define al camino como σύντομος y σύντονος; pero mientras acusa a los nuevos cínicos de haber elegido lo más fácil y llevadero del viejo cinismo, a la vez les dice que podrían haber llegado a la virtud más fácilmente (ῥᾷον) por la senda larga (μακρά), porque los caminos abreviados son los que implican las mayores dificultades (τι μεγάλας χουσιν α σύντομοι τς χαλεπότητας) –con lo que termina acordando con el epicúreo Filodemo.

     Tal duplicidad de la ascética perruna, que es la base de una παιδεία divina tan grandiosa y fuerte como fácil (θεα μεγλη κα σχυρ κα ῥᾳδα)[91], también está explicitada por sus propios dueños: la Epístola 30 de Diógenes advierte que de los dos caminos ofrecidos por Antístenes él toma el breve, escarpado y difícil (λγην προσντη τε κα δσκολον) y rechaza el extenso, liso y fácil (πολλν λεαν τε κα ῥᾳδαν), y Laercio le hace decir que la γυμνασία de los esfuerzos naturales es un medio –probado por el ejemplo de los músicos, trabajadores y deportistas– para permanecer en la virtud con facilidad (ῥᾳδίως π τς γυμνασίας ν τ ρετ καταγίνεσθαι)[92]. Por su parte Temistio comenta que Crates salía a correr porque entendía que ejercitarse en los esfuerzos le da al filósofo salud corporal como para soportar con facilidad lo que a los otros supera[93], y que efectivamente nadie soportaba más fácilmente el hambre y la sed que Diógenes (χων ῥᾷον νχεται λιμο κα δψης Διογνης Σινωπες)[94]. En la diatriba Sobre la autarquía de Teles, inspirada en Bión, está a la vista la conexión entre ετελής y ῥᾴδιος, tanto cuando argumenta que la πόλις de Atenas es barata o cara (εύτελής o πολυτελής) según el modo en que se viva –y así deberían ser entendidas las circunstancias (τά πράγματα), que pueden ser favorables y cómodas (εύπετή καί ράδια) o bien difíciles o fastidiosas (δυσχερή o δύσκολον) conforme al uso que se haga de ellas–, como cuando alega que, pese a que la pobreza parece difícil y fatigosa (πενία δυσχερές καί έπίπονον), los mendigos Diógenes y Crates llevando un régimen de vida frugal y parco (διαίτ ετελε καί λιτή) la toleraron fácilmente (ῥᾳδίως).[95]

     En cuanto a Diógenes Laercio, tanto el βίος ῥᾴδιος como el κατ’ευτέλειαν aparecen registrados: dice que Diógenes emprendió la vida según la ετέλεια (τν ετελ βίον) a partir de que oyó a Antístenes, pero también por el apremio de ser un prófugo o exiliado[96], y aprendió a ahondarla por ejemplo al ver a un crío bebiendo con las manos (¡Un niño me superó en ετέλεια! –exclama ahí)[97]. La vida fácil (βίον ῥᾴδιον) de la que habla el Diógenes aludido por Laercio es la vida divina, la que los dioses cedieron a los hombres y que ellos pervierten yendo detrás de los pasteles de miel, los ungüentos perfumados y esas cosas; pero también sirviéndose de esclavos hasta para atarse los cordones[98]. Esa vie facil requiere frugalidad, pero igualmente simplificación a base de esfuerzo: los hombres se esfuerzan en ser poderosos y ricos para no tener que esforzarse en vestirse o hacer tareas domésticas o de subsistencia; pero en realidad –razona el Perro– deberían hacer lo contrario. De manera que las hercúleas faenas según natura que Diógenes emprende a la vista de todos, hechas de renuncia y proezas, si son la antípoda de las inútiles es porque son ventajosas para alcanzar esta divina comodidad de estar en el mundo.

     Lo cierto es que el concepto de βίος κατ’ευτέλειαν abre un juego de interpretaciones distintas, porque si ευτέλεια es facilidad o simplicidad, es también frugalidad y simpleza, economía y ahorro. Entre las tareas sociales que Diógenes rechaza –como apunta Máximo de Tiro–, además del matrimonio, el comercio, el trabajo agrícola, la crianza y las actividades cívicas o gubernamentales se encuentra la οκονομία, es decir la administración del hogar, la hacienda, la familia o los bienes personales. La economía del cínico, la ευτέλεια, supone librarse de este engorro o reducirlo al mínimo indispensable: economizar la economía al punto de promover una crematística pauperizadora, un arte de enriquecerse empobreciéndose. Como el ser de Aristóteles, el βίος ῥᾴδιος o κατ’ευτέλειαν se dice de varias maneras: una vida fácil es una vida cómoda o una vida barata o una vida simple o una vida austera. Concebir la ετέλεια cínica como frugalidad, simpleza y sencillez (empatada con otros términos como πλότης, φελότης y λιτότης) quedaba lindo para todos aquellos –estoicos, cristianos, neoplatónicos y demás– que perdonaron a las manadas de Diógenes por su vocación de humildad, continencia, parquedad y renuncia[99]; pero cuando se interpreta el término como ahorro, abaratamiento o economía, se da el salto a concebirla como facilidad o comodidad. La imagen maldita o picaresca del cinismo –de Luciano a Nietzsche– suele venir de asociar su furtivo o descarado fin con lo que en jerga rioplatense se llama hacerla fácil, ser cómodo. No siempre hacerla sencilla o simple es hacer votos de frugalidad y ascetismo, aunque la frugalidad y la continencia son buenos conductores para facilitar ciertos propósitos. Una dificultad del facilismo: la ley de Diógenes sería la ley del menor esfuerzo o bien todo lo contrario. Porque si el cinismo enseña a simplificar la vida a aquellos agobiados o enfermos por las presiones sociales[100], además propone salir a molestar a aquellos otros a quienes la complejidad de la vida doxástica y nómica no afecta o bien beneficia, y si a los cínicos les parece que la vida social guiada por el prestigio y el consentimiento gregario es un incordio insalubre, por otro lado se dedican full time a incordiar al prójimo e incomodar a las autoridades. Un cínico tiene eso de ser incómodo y acomodaticio, y Diógenes, el gran simplificador inconmovible, el profeta de la impavidez, se halla siempre in trouble: no sólo se sacrifica imponiéndose ordalías para allanarse la vida; también mendiga para facilitársela, pero al unísono combate, fustiga y predica complicándosela.

     El diccionario cínico al uso ofrece conceptos como ατάρκεια o γκράτεια, pero en ningún caso incorpora un término como ατονομία. Si el cinismo es un individualismo moral o aretaico que promueve la autosuficiencia y el autogobierno, en el campo normativo vendría a defender la autonomía y a desechar las creencias y normas prefijadas como heteronomía. Si la autonomía es depender lo menos posible de las circunstancias y de los bienes externos –más allá de la paradoja de la mendicidad– le cabe; pero si es darse a sí mismo las reglas para regirse en la vida, habrá que ver. Diógenes al menos no es nunca un campeón del respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo: vive escorchando en el mercado, en la plaza y en la calle, y se mete en la casa de los otros, es evangelizador y tan pampolítico como antipolítico. Si el cinismo no aquilata dogmas ni se ajusta a un fin distintivo, boceta empero un determinado esquema de vida (νστασιν βίου), discrimina lo bueno y lo malo, separa amigo de enemigo, propone un magisterio sui generis e interviene en la vida colectiva: el cínico es un poco un dogmático sin dogma, moralista sin doctrina y religioso sin fe, cuando no un fanático del escepticismo o un moralista sin moral. Curiosamente en los archivos del cinismo antiguo la ατονομία es un hápax que sólo aparece en labios del Alejandro de Plutarco cuando describe a los gimnosofistas de la India como unos hombres santos y autónomos más simples que Diógenes (νδρες ερο κα ατνομοι…ετελστεροι Διογνους), que no necesitaban ni siquiera de la alforja porque no guardaban el alimento, bebían de los ríos y dormían sin el tonel. Alejandro dice a continuación que a través de él Diógenes los va a conocer y ellos a Diógenes, puesto que él también precisa falsificar moneda y reacuñar lo bárbaro con la Constitución griega (δε κμ νμισμα παρακψαι κα παραχαρξαι τ βαρβαρικν λληνικ πολιτείᾳ)[101]. Se desprendería de esto que la acotada ετέλεια de Diógenes no lo hacía ατόνομος, toda vez que dependía de la ciudad y los artefactos de la civilización, y que su ley de alterar la ley en curso, su papel de legislador revolucionario, podían aplicarse llegado el caso a impugnar la autonomía[102]. El cinismo, generalizando, propone que hay un rasero coherente u objetivo para medir las necesidades, aunque tal vez sugiere que cada uno debe encontrarlo y determinarlo para sí mismo; pero cuando se trata de invocar a los dioses como estándar, o a Heracles o Sócrates, lo que aparece es la fuerza de voluntad y la libertad. Y en este punto lo dado por naturaleza quizá pueda ser reimpreso como la moneda, con el punzón del carácter heracleo y el músculo espiritual de Sócrates.

     El término ντινομία aparece en el período imperial romano con el sentido de contradición, conflicto o dilema flagrante entre leyes o normas y a la vez –como más o menos llega hasta Kant– entre principios lógicos o filosóficos. El cinismo como filosofía de la voluntad, la acción y la ascética corta el nudo gordiano socrático, y sus anécdotas con los megáricos y zenonianos, las metáforas del camino corto y el atajo y la ponderación de la audacia, la resolución y la fortaleza viril, dejan en claro el repudio total a la aporía, la duda, el acertijo, el rompecabezas (πορία no es otra cosa que dificultad en el paso y Antístenes ya había dejado en claro que para el sabio nada es πορος[103]). Él fijó las coordenadas del sabio infalible y para el cinismo no hay conflictos irresolubles: la razón le abre atajos y resuelve las aporías de la suerte y la circunstancia, y en este sentido aborrece de la antinomia. Pero el término ντινομία apareció también, en el marco del derecho, como ambigüedad u oscuridad en la ley, y en el campo del monoteísmo como oposición a la ley mosaica. En los primeros siglos de la era cristiana, en pleno auge del cinismo masivo y decadente, ciertos gnósticos amparados en cierto pasaje de san Pablo[104]rechazaron la obligación de la ley moral, sugiriendo que la salvación corría por la vía de la gracia y la fe, lo que derivó en los albores de la Reforma en la tendencia protestante llamada antinomialismo o antinomismo, que postulaba la abolición del pecado en el creyente o la licencia para pecar. Como filosofía sin dogmas ni fin establecido el cinismo era antinómico en dicho sentido jurídico, porque en su nombre y bajo su ala prosperaban inclinaciones de todo tipo, y como mero régimen de vida se acoplaba a diferentes doctrinas filosóficas o religiosas. Por lo demás, en la medida en que fue asociado a la vindicación de la φύσις en contra del νόμος, al combate contra las creencias y valores vigentes y a la consigna de alterar la moneda o la legalidad en curso, da la impresión de ser el antinomismo filosófico y pagano por excelencia –aunque el cinismo encuentra la gracia en la ascesis y no tiene otra fe que la razón (la χάρις es la alegría que resulta de ahí o bien el humor del estilo cínico). Así como el creyente estaba libre de pecado por serlo, el sabio infalible estaba libre de error en la medida en que lo fuera. Este antistenismo podía servir de justificación de cualquier acto cínico, y si el cinismo rechazaba toda ley, algunos podrían haber argumentado que la virtud o excelencia no era una ley sino un hecho o acto, el resultante de la práctica ascética –que es la salvación del cínico (el mismo Antístenes, aunque habló de un νόμος de la virtud, dijo que era ργον, hecho, acto, obra[105]). Como bien apunta Julien Decker, el cinismo aparece a la vez como subversivo y normativo. Si en general incurre en παρανομία –transgresión a las leyes y costumbres reinantes–, no se ve que proponga νομία –aunque en los hechos provoque el desorden–[106], ya que parece extraer de lo que es natural normas o leyes –aunque sólo sean el resultado de una experiencia accidental y revisable–, y tanto a Diógenes como a los demás cínicos, ora en nombre de la naturaleza, de la libertad o de lo que fuere, se los ve a menudo, y no siempre en plan de chasco, prescribiendo comportamientos y dictando órdenes o pautas. Otra cosa es que propugnaran repeler todo νόμος que fuera evaluado como un mero uso impuesto o ley positiva; o bien dentro de este radio, todos los que fueran vistos como injustos o contrarios a naturaleza, u opuestos a los fines y valores cínicos. Pero si el quid del cinismo está en la simplificación de la vida, entonces no todo νόμος corriente tiene que ser rechazado per se. Lo cierto es que en los hechos, en la historia, el cinismo no hubiese impactado ni repercutido de no ser por el escándalo: toda su boga, su δξα, resulta de su δοξία, y si en tanto forma de vida y técnica ética y ascética de uso personal el mensaje primordial era la ley de la simplificación y la comodidad, como fenómeno social, histórico y cultural, lo más relevante y distintivo fue su carácter subversivo, la ley de alterar la moneda –si bien el significado de tal precepto nunca estuvo del todo claro y fue pasto de altercados entre propios y extraños. Pero si sobrevivió por casi un milenio en la era antigua, no fue justamente gracias a ser despreciado, porque para las élites políticas y culturales alejandrinas y romanas no era sólo un problema sino también una prenda de la tradición llevada de vez en cuando con orgullo. De hecho duró y se mantuvo en el tapete en buena medida por las contrariedades que suscitaba el cinismo presente: el cinismo perduró para combatir al cinismo. Las efigies de Diógenes, Crates o Antístenes se renovaron muchas veces para desbaratar la ingerencia popular del cinismo realmente existente.

     Así la llamada idealización no sería –a fiarse de la tesis de Decker– otra cosa que su normalización, lo que llevaría a pensar que en sí mismo es o era algo así como la anormalidad filosófica por antonomasia –una suerte de monstruosidad oximorónica. Por lo pronto está visto que en las fuentes –amañadas por lo tanto en dicho afán por blanquearlo– no hay un respaldo contundente para asociarlo de manera definitiva a un rechazo incondicional a todo tipo de norma, y ni siquiera a toda norma social o toda ley vigente. ¿Pero no era el cinismo también un discurso y por ende en sí mismo de algún modo normativo? Goulet-Cazé define al cínico como alguien que rechaza toda ley externa, en tanto que inventa sus propios valores desde su libre voluntad y sus actos y convierte a esa ley propia en un absoluto; y ciertamente la soberanía o βασιλεία era un valor cardinal y significaba que no hay otro rey o amo que uno mismo –lo que hace de la experticia diogénica en mandar a los hombres una tergiversación o un chiste. Sin embargo es claro que hubo un movimiento proselitista masivo y sectario que hacía de la figura de Diógenes –sobre todo de él, aunque no de forma excluyente– un canon o ejemplo a imitar, y no es lo mismo una filosofía del individuo que se da sus propias pautas de vida y otra que propone como autoridad uno o una gama de modelos dignos de emulación; punto en el cual el mensaje cínico es otra vez un mensaje doble, incierto o contradictorio, que parece propiciar por un lado imitadores y discípulos crónicos y por otro impredecibles individualidades sin lazo ni norma exterior.

     En definitiva no hay un cinismo ni se lo puede reducir a una cláusula primordial, y si hubo un Diógenes, lo que quedó fueron jirones discordes de muchos Diógenes. Por otra parte buscar en la ετέλεια el τλος del cinismo tendría algo de redundante y tautológico: puede entenderse que esta filosofía barata no tenga un fin determinado si su proyecto es sin más vueltas buscar el buen finλος). Y si los estoicos se empeñaron en acotarla como un camino corto a la virtud, puede que no haya sido más que un método para acortar el camino –incluso el camino a lo que sea. La cortada tiene algo de coartada. El cinismo, como filosofía coartada en su fin, se diferencia por ser una filosofía ῥᾳδία, rápida[107], flexible, adaptable, fácil de hacer o de entender, y por operar ῥᾳδίως, a la ligera, pronta y precipitadamente y de buena gana, e incluso con imprudencia y sin escrúpulos: un pensamiento rápido (ῥᾴδιος) que encuentra listo (ῥᾴδιος) lo que otros tienen que construir, tropieza con la naturaleza entrevista en la ciudad y da con una tecnología ya confeccionada; improvisa sobre la marcha, experimenta y descubre por casualidad su objet trouvé y sus soluciones, mezcla de Bacon y Duchamp, de ciencia rudimentaria y privada y de ready-made, de empirismo salvaje y found art. Si estos filósofos son precursores de los luditas, son también la prehistoria de la serendipia, aunque el insight de Diógenes lo convierte más bien en el anti-Arquímedes: ¿qué querían descubrir? Si descartaron la física, no entonces las leyes generales de la naturaleza (νόμος φύσεως, νόμος τς φύσεως, lex naturae). En la medida en que moneda, opiniones, fama, costumbres, convenciones, humos y vanidades son un encubrimiento, se diría que querían descubrir la naturaleza, quitarle el velo que la oculta y disimula. Pero sobre todo, lo que querían descubrir es algo así como una vía de atajo para vivir mejor, más simple y fácilmente –claro que para facilitarse la vida eligieron la dureza y el esfuerzo y adoptaron a la vez una posición de combate permanente, a veces más agresivo que risueño y a veces más jovial que pendenciero. Tal como lo prueba Dión Crisóstomo, el cínico no interviene en la gestación de los descubrimientos prometeicos, los inventos o constructos (πολλ ερίσκειν κα μηχανσθαι), que son una consecuencia de la ερεσις del fuego, sino que le interesa descubrir lo que ya está hecho –desocultarlo–, mientras descubre los medios para simplificarse la vida y procurarse la salud corporal y mental[108]. Pero si esos recursos no vienen de fábrica –o sea de la naturaleza–, no necesariamente prescinde de ellos.

     Como según las opiniones, creencias, costumbres o leyes positivas las cosas son múltiples o polívocas, pero conforme a naturaleza –o a su naturaleza– son de una única manera, la φσις es por un lado un principio de realidad y de identidad; pero por otro es un baremo económico que permite discriminar lo que es suficiente o necesario de lo que no. Falta sin embargo un tercer sentido, que es el más comprometedor, el de ser lo que permite apartar la verecundia falsa de la verdadera. En este asunto el νόμος se conecta con la αδώς y es evidentemente un objetivo principal del escarmiento cínico desde su origen: es quizá la ναίδεια lo que define la puntual oposición cínica entre κατ φύσιν y κατ νόμον. Si al cínico se lo definió como perro o perruno fue por oponer a las reglas convencionales de la decencia y el pudor las determinaciones objetivas de la naturaleza como justificativo de ciertas conductas obscenas o disruptivas. El humano podrá ser un animal social y político, pero es básicamente un animal. Y en esto Diógenes, Crates y comitiva, herederos de una discusión proveniente de la época de los sofistas, tomaron partido y encontraron eco en todo el cinismo posterior inasimilable. Y mientras ellos fueron consagrados de algún modo como popes de la tradición y la filosofía griegas, los descendientes tardíos pagaron los costes. Si la oposición entre φσις y νόμος fue de algún modo segregada de los manuales de la era antigua, la razón quizá habría que buscarla en lo subversivo de la ναίδεια: menos comprometedor era definir a la filosofía cínica sin ir más allá del atajo a la virtud o la felicidad, el repudio de la riqueza, la nobleza y las opiniones de la masa o la inclinación por la vida sencilla.

     En sentido contrario al testimonio de Luciano sobre el cinismo plebeyo y degradado que eludía el buen uso del discurso a cambio de entrenar el agravio, lo fácil en la tradición cínica también está conectado con la asombrosa πειθώ o persuasión de Diógenes, que convencía fácilmente a cualquiera de sus razones, como dice Laercio[109], y tenía gran facilidad de palabra y respuestas para todo según Dión[110]. De este modo dice Nicéforo Grégora que habría que dejarse persuadir por él cuando ante la pregunta acerca de cuál es la manera más rápida y fácil de hacerse célebre (πως ν τις νδοξος τχιστα γνοιτο κα ῥᾳδως), o sea de conseguir la δόξα, respondió que atreviéndose a despreciarla δξης καταφρονεν δυνηθεη)[111]. He aquí, sin más preámbulo, lo παράδοξον. El cinismo es creíble, viable y eficaz únicamente montado sobre lo contradictorio y ambiguo: lo paradójico en el sentido a la vez de contrario a la opinión común y a las expectativas, de extraño, extravagante, admirable, asombroso e increíble, y de absurdo e insostenible o sin fundamento y contrario a la lógica. Diógenes convierte al cinismo en la práctica de lo inexpectable (δόκητον): lo inesperado, imprevisto y repentino, y también lo inadmisible, lo indigno de estimación pública. La grandeza de esta parafilosofía que proponía entrenar el fracaso radica en una sabiduría heredada de aquel ñato de Atenas, el primero de los histéricos: la de ser consciente de frustrar las expectativas –ergo la δόξα.




[1] Julien Decker, La Normalisation du Cynisme dans ses usages philosophiques antiques.

[2] «µή[τ]ε / πόλιν γε[σ]θαι µηδεμίαν ν / πιστάµεθα µήτ[ε ν]όμον» (Sobre los estoicos col. XX 4-6)

[3] Vida de Demonacte 60.

[4] Apuleyo, Floridas 22.

[5] «καλν νμος, λλ' ο κρεττων φιλοσοφαςσ δ χερν στιν νγκ τι ποιεν το κουσως» (Epístola 5)

[6] Uno sobre el νόμος en relación con lo bueno y lo justo y otro en relación con la πολιτεία (Περ νόμου περ καλο κα δικαίου y Περ νόμου περ πολιτείας) (Laercio, VI 16).

[7] Estobeo, IV 4, 28. Arsenio y otras fuentes endilgan a Diógenes esta respuesta, aunque la pregunta es sobre cómo proceder políticamente ante el poder o la autoridad (πολιτεηται π ξουσίᾳ) (Arsenio, p. 209, 26-28). Tal cautela es más verosímil en Antístenes, porque en dicha materia Diógenes parece comportarse de una manera siempre más radical, casi con la misma rotundidad que aplica en materia de entrenamiento –ardiendo en la arena o helándose abrazado a las estatuas– o en materia de felicidad –yendo por ella a través del fuego y las espadas. Del campeón de la audacia no se esperaría otra cosa.

[8] Laercio, VI 11.

[9] Giannantoni, Socratis et socraticorum reliquiae V B 254; Hercher, Epistolographi graeci, p. 400.

[10] Plutarco dice que la πολιτεία de Diógenes –como la de Platón y la de Zenón– se basaba en Licurgo, quien aspiraba a producir ciudadanos libres, independientes y moderados (λευθέριοι κα ατάρκεις γενόμενοι κα σωφρονοντες) y entendía que la εδαιμονία de las ciudades, como la de los hombres, resultaba de la ρετή y la μονοία, la virtud y la concordia (Vidas paralelas, Licurgo XXI).

[11] «Π[ο]λιτεαι ν[ομ]οθε[τ]εν τν Διογνην [περ] το[]  δε[σ[τ]ρα[γ]λοις νομ[ιτε]εσθαι.» (Filodemo, Sobre los estoicos col. XVI); «∆ιογνης δ' ν τ αυτο Πολιτείᾳ νµισµα εναι νοµοθετε στραγλους» (Ateneo, IV 159 c).

[12] Juliano, Contra los cínicos incultos 193 b; Dión de Prusa, Discursos IX 10-13; Arriano, Disertaciones de Epicteto IV 158.

[13] Disertación XXXVI.

[14] Poema I 2, 10, 218-227.

[15] Laercio, VI 71 y 29.

[16] Id., VI 29.

[17] Diógenes dice que lo στεος no sirve sin πόλις ni la πόλις sin νόμος y que πόλις y νόμος son στεος. Hay una equivalencia entre ser y φελός: πόλις y νόμος son στεος porque lo στεος no beneficia sin πόλις ni la πόλις sin νόμος. Se necesita de la πόλις para beneficiarse del νόμος, que es στεον porque la πόλις lo es, y sin ella no hay beneficio de lo στεος (Laercio, VI 72).

[18] Ps.-Crates, Epístola 12.

[19] Suda, s. vv. Conócete a ti mismo, n. 334; cf. Juliano, Contra los cínicos incultos 8, p. 188 a-c; id. Contra el cínico Heraclio 7, p. 211 b-d.

[20] Laercio, VI 103-105; Suda, s. v. Cinismo, n. 2711.

[21] Laercio, VII 87.

[22] Id., VI 38; Plutarco, De la fortuna o virtud de Alejandro Magno I 10, c.

[23] Elías, A las Categorías de Aristóteles p. 111, 1-32; Olimpiodoro, A las Categorías de Aristóteles p. 3, 8-30.

[24] Laercio, VI 93.

[25] Estobeo, IV 29, 19. Bión de Borístenes, el inspirador del maestro Teles, dijo de la δόξα que era τν μητέρα –la madre de los disgustos o de las preocupaciones, según las tentativas de Martín García y García Gual (Laercio, IV 48). También «la opinión es el obstáculo del progreso» (Τν οησιν λεγε προκοπς γκοπήν) (Laercio, IV 50).

[26] Laercio, VI 90.

[27] Estobeo, IV 33, 27.

[28] Luciano, Sobre las imágenes 17; cf. Nicéforo Grégora, Historia bizantina XXI 5, 7. La versión de Teón, menos enérgica, dice que ante idéntica pregunta –de qué manera podría llegar a ser afamado (πς ν νδοξος γνοιτο)–, respondió que prestándole la menor atención posible a la fama (τι κιστα δξης φροντζων) (Teón el Rétor, Ejercicios retóricos 5, p. 97; cf., Juan Sardiano, Comentario a los Ejercicios retóricos de Aftonio, p. 40, 1-13). Ya no es el desprecio sino la despreocupación o indiferencia –más o menos en el mismo sentido del estar por encima de la infamia mentado por Estobeo.

[29] Subasta de vidas 11.

[30] Laercio, VI 11.

[31] La Suda, s. v. Diógenes, n. 1143-1144.

[32] Diatribas de Epicteto III 24, 67-69.

[33] Cartas socráticas 9, 4.

[34] Laercio, VI 8 y II 36.

[35] Id., VI 1.

[36] Jerónimo, Contra Joviniano II 14.

[37] Clemente de Alejandría, ¿Qué rico se salvará? 11, 3-4.

[38] Juan Crisóstomo, A la viuda más joven 6. Sobre la vanagloria (κενς δξης) de los cínicos –a favor o en contra– versaron también Gregorio y Teodoreto (Gregorio Nacianceno, Discursos XLIII 60; Teodoreto, Curación de las afecciones de los griegos XII 32).

[39] Laercio, VI 93.

[40] Plutarco, Sobre si el vicio basta para la infelicidad 3, p. 499 c-d.

[41] Juan Crisóstomo, Contra los detractores de quienes inducen a la vida monástica III 12.

[42] Laercio, VI 78-79; Antología Palatina, XVI 334 y VII 116. Un testimonio de Favorino, no obstante, podría sugerir que esa relevancia fue alcanzada en vida: «en casa Diógenes parecía un cambista sin escrúpulos, por lo que tuvo que fugar a una nueva ciudad; pero en la necesidad, el destierro y la más completa miseria se convirtió en el hombre más ilustre (εκλεστερος) no de Sinope sino de cada rincón de la tierra» (Tratado sobre el exilio IV, 2 (3, 26)). También Musonio dice que en el destierro devino en el más ilustre (νδοξτατος) (Musonio Rufo, 9, p. 47, 9-10).

[43] Laercio, VI 51; id. VI 72; Estobeo, IV 29, 19; Laercio, VI 24.

[44] Máximo Confesor, 34, 26, p. 485 Phillips.

[45] Laercio, VI 41.

[46] Contra los cínicos incultos 1, p.181 a-b y 15, p. 197 b-d.

[47] No era el caso de Antístenes –acá sí un precínico–, en cuyos cuatro libros sobre la δόξα aparece contrastada con la πιστήμη (Laercio, VI 17). Como apunta Suzanne Husson de manera expeditiva, la δξα en los cínicos no tiene un significado teórico sino moral.

[48] Laercio, VI 82-83; Sexto Empírico, Contra los profesores VII, 48 y 87-88; ibid. VIII, 5. En realidad Sexto escribe que tal vezχα) Mónimo estuviese entre los abolicionistas del criterio, o que no fueron pocos (οκ λγοι δ σαν) quienes lo afirmaron –lo que indica que su pronunciamiento estaba sujeto a interpretación y no era claro. Aunque Mónimo para Laercio era famoso (λλγιμος), Menandro dijo que era sabio, pero un poco demasiado infamado (σοφός, δοξότερος μικρ δ').

[49] D. Dawson, Cities of the Gods: Communist Utopias in Greek Thought; S. Husson, La République de Diogène: Une cité en quête de la nature; R. Brouwer, Cynic Origins of the Stoic Doctrine of Natural Law?; T. Rudnick, Zur Figur des Diogenes von Sinope: Herrschaftskritik aus der antiken Tonne als Impuls einer radikalen Philosophie heute.

[50] O. Flores-Júnior, Canes sine coda: filósofos e falsários.

[51] Política 1253a 2-5.

[52] Papiro Vindobonense Griego 29946, coll. II-V Gallo.

[53] Plutarco, Vida de Alejandro 65, 1-4; Estrabón, XV 1, 63-66.

[54] Laercio, VI 38; Plutarco, De la fortuna o virtud de Alejandro Magno I 10, c.

[55] Ps.-Diógenes, Epístola 42.

[56] Olimar Flores-Júnior, La vie facile: Une lecture du cynisme ancien.

[57] «φσις ατς σν ληθείᾳ βεβαιο κα βος τν μ κατ τφον, λλ κατ' ρετν βιοντων»

[58] «νμους γρ μν ατος μηχανησμενοι μγιστον κα πλεστον τφον ξ ατν διεκληρσασθε, μρτυρας τς μπεφυσιωμνης κακας λαβντες»

[59] Contra los cínicos incultos 12.

[60] Laercio, VI 73.

[61] Id., VI 17.

[62] Filodemo, Sobre la piedad 7a, 3-8.

[63] Clemente de Alejandría, Misceláneas II, XX 107, 2-3; Teodoreto, Curación de las afecciones de los griegos III 53; Laercio, VI 11.

[64] Gnomologium Vaticcmum 743, n. 185.

[65] Basilio, Cartas I 4; Séneca, Epístolas a Lucilio XI; Jerónimo, Contra Joviniano II 14; Plutarco, Cómo percibir los propios progresos en la virtud 8, p. 79 e488; Ausonio, Epigramas XXIX.

[66] De la brevedad de la vida X 14 2.

[67] Ps.-Diógenes, Epístola 7.

[68] Laercio, VI 65.

[69] Id., VI 71.

[70] Juliano, Discursos IX [VI] 14, p. 194 d.

[71] Códice Vaticano 711, fol. 82 b.

[72] Máximo de Tiro, Discursos filosóficos XXXVI 5-6.

[73] Id., ibid. XXXII 9.

[74] Laercio, VI 64.

[75] Ateneo, XIII 565 c.

[76] Clemente de Alejandría, Pedagogo III, III 19, 3.

[77] Estobeo, III 13, 45.

[78] Ps.-Diógenes, Epístola 33.

[79] Id., Epístola 22.

[80] Id., Epístola 25.

[81] Olimar Flores-Júnior, Khortos gasteri ou le bonheur est dans le pré: éthique et politique cyniques selon un poème de Cratès de Thèbes; id., Cratès, la fourmi et l’escarbot : les cyniques et l’exemple animal.

[82] Subasta de vidas 11.

[83] Vida de Demonacte 5.

[84] Sobre el diagnóstico y remedio del espíritu de cada pecador 3

[85] Contra los cínicos incultos 198 d-199 a y 202 d.

[86] Sobre la administración col. XII 25-38.

[87] Séneca, Epístolas a Lucilio 67, 14.

[88] Epístola 13.

[89] Tratado del amor 6, p. 759 d.

[90] Contra el cínico Heraclio 225 c.

[91] Códice Vaticano 711, fol. 82 b; Dión de Prusa, Discursos IV 29.

[92] Laercio, VI 70.

[93] «decet autem philosophum se labore exercere; nam sic sanitatem corporis acquirit et facile res sustinet…» (Temistio, Sobre la virtud p. 41 y 59)

[94] Temistio, Discursos II, p. 30 c-d. Así también Gregorio Nacianceno pone a Crates en un poema festejando cuán cómodamente (ῥᾳδως) se atrincheraba o envolvía en el τρίβων (Poemas I 2, 10), y la Epístola 33 de Crates versa sobre la facilidad con la que Hiparquia da a luz gracias a la ejercitación (aunque acá el término usado es la forma adverbial εμαρς).

[95] Estobeo, III 1, 98, pp. 37-49 Hense.

[96] «Τοντεθεν διήκουσεν ατο κα τε φυγς ν ρμησεν π τν ετελ βίον» (Laercio, VI 21). Eudocia también le endilga a la enseñanza de Antístenes la vida frugal (ετελ βον) de Diógenes (Ps.-Eudocia, Violar 332, p. 239, 11.240, 9).

[97] Laercio, VI 37.

[98] Id., VI 44.

[99] La λιτότης abunda remitida a la forma de alimentarse y vestir: ropaje, utensilios y víveres; a lo tocante al cuerpo y lo material, a la δαιτα –que dice Epicteto (Laercio, VI 30-31 y 105; Suda, s. v. Cinismo; Ps.-Diógenes, Epístolas 15 y 37; Arriano, Diatribas de Epicteto III 22, 86-89). La Epístola 34 de Diógenes relaciona la ετέλεια con el vestido y la mendicidad y Orígenes con la vivienda –el tonel (Contra Celso II 41). Es la vida según la ετέλεια lo que reconoce Alejandro en Diógenes (Plutarco, De la fortuna o virtud de Alejandro Magno I 10, p. 331 d-f; N. Grégora, Historias bizantinas XIV 3, 6; Dión de Prusa, Discursos IV).

[100] En un proceso de convalescencia ῥᾴδιος se traduce por mejor (ῥᾴων γενέσθαι).

[101] Plutarco, De la fortuna o virtud de Alejandro Magno I 10, p. 332 a-c.

[102] Dmitri Nikulin declara que la autosuficiencia no es autonomía (entendida como auto-legislación) y que Diógenes no es autónomo porque no se impone la ley ni a sí mismo ni a la ciudad (aunque ya se vio que Gregorio estimó que hacía lo primero, además de que en su Constitución habría hecho lo segundo). De manera incontestable Nikulin dice que, aunque nada necesitaba de Alejandro, dependía de las leyes de la naturaleza porque necesitaba del sol (si Alejandro era la luna, él la tierra) (cf. Diogenes the Comic, or How to Tell the Truth in the Face of a Tyrant).

[103] Laecio, VI 12.

[104] Romanos 7:6; ibid. 5:20.

[105] Laercio, VI 11.

[106] Antístenes en sus escritos homéricos sobre los cíclopes, caracterizados por ser desmesurados, ajenos a las normas y transgresores de las leyes (περφιλους κα θεμστους κα παρανμους), parece haber indagado sobre injusticia, derecho e ilegalidad en relación con lo común y lo privado (δικα, θέμις, νομα, παρανομα, κοινός, διος): los cíclopes actuaban en base a normas propias y no comunes y parece ser que los consideró justos –salvo a Polifemo, en la medida en que era irrespetuoso ante la divinidad (Porfirio, Escolio a Odisea ι 106).

[107] Dice Crates en la Epístola 20 que la filosofía de Diógenes indica que la acción enseña la fortaleza más rápidamente que el razonamiento o la palabra (διδσκει καρτεραν τχιον τ ργον το λγου), ya que –como dice en la siguiente– el camino hacia la felicidad por esta última vía es largo, pero se lo acorta mediante las acciones diarias (μακρ γρ δι τν λγων δς π' εδαιμοναν, δ δι τν καθ' μραν ργων μελτη σντομος).

[108] Diógenes o de la tiranía 28-9.

[109] «Θαυμαστ δέ τις ν περ τν νδρα πειθώ, στε πάνθ' ντινον ῥᾳδίως αρεν τος λόγοις» (Laercio, VI 75).

[110] «ὅτι καὶ αὐτὸς πρὸς ἅπαντα εὐπόρει λόγου καὶ ἀποκρίσεως» (Dión de Prusa, Discursos LXII [55] 11) O facilidad para razonar y distinguir.

[111] Nicéforo Grégora, Historia bizantina XXI 5, 7. A diferencia de las versiones Teón y Luciano, acá la pregunta no es sobre la manera de llegar a ser famoso, sino sobre la manera más rápida y fácil. La de Luciano también habla del típico desprecio cínico, pero la de Teón no pone en juego ninguno de estos tres elementos caros al cinismo: facilidad, rapidez ni desprecio.


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