Cómo ser un hipócrita auténtico

(Apostilla sobre el bionismo telesiano)

 

Con Teles ese extraño y paradojal carácter público o gubernativo del cinismo, la ciudadanía cósmica y el gobierno de los hombres como saber distintivo del cínico en versión Diógenes, se desvanecen por completo. Si bien niega que exista una verdadera diferencia entre ρχειν eδιωτεύειν, en su diatriba Sobre el exilio deja bien a la vista que el campo social para las operaciones del cínico es ahora la διωτεία, la esfera privada, la no gubernabilidad, la situación de ese διος que en efecto vive sin poder o autoridad (οδ ξουσίαν). Esta nueva filosofía popular absorbe los valores cínicos y los devuelve despolitizados por completo. No se trata de postular un mundo donde lo público y lo privado son borrados y las normas se ajustan según el patrón de lo natural, ni de vivir como si así fuera, sino de llevar una vida filosófica en virtud al interior del mismo radio social en el que se desempeñan las mujeres, los menores, los extranjeros, los proletarios o los esclavos. «En la prosperidad ordenar y en la pobreza atrincherarse» (επορία, διάστειλον· πορία, σύστειλον), no es otro el desiderátum que entrega en Sobre las circunstancias. Nada más lejos que el gobernar sobre los hombres aún atado a los grilletes o limosneando a la entrada de los templos. Hay que cambiar el modelo heroico de Heracles, autoguionado según la libertad, por el estándar dramático del buen actor que cumple a pie juntillas el texto dado por la τύχη (Sobre la autosuficiencia). Se puede vivir de una manera saludable y vigorosa sin παρρησία (Sobre el exilio), sin aquel don definido por Diógenes como lo más hermoso que tienen los hombres. Ser es ser actor y de tal suerte ya no corresponde ingresar al teatro cuando los demás se retiran sino tomar parte del teatro del mundo sea cual fuere el papel en suerte. De la mano de Bión el educador Teles se hace cargo de cada una de las temáticas y virtudes del cínico, pero las reacuña: las reajusta a la vida oscura del cinicoide común y silvestre, del cínico del montón a quien Diógenes se le escapa de las manos y se le impone como un modelo inalcanzable y contraproducente. El cinismo se vuelve más resignado y conservador, o más bien acomodado a la platea. Lo que hace Teles, mejor todavía, es acondicionar los hallazgos de la filosofía cínica a las posibilidades y necesidades de un público profano.

     Algunas de sus diatribas no aportan en realidad ninguna buena nueva en este campo. Acerca de que el placer no es el fin (Περ το μ είναι τέλος ηδονήν), por ejemplo, hace pie en Crates y versa sobre el error de medir la vida feliz según la sobreabundancia de placeres (τν εδαίμονα βίον κ τν πλεοναζουσν δονν συγκρναι). Aquí el maestro tebano es empleado sólo para demostrar cómo la vida convencional de la sociedad está organizada de tal forma que siempre se imponen los pesares (λγηδόνας). Tampoco parece ser contraria a la posición severa y radical de un Diógenes la diatriba Sobre la impasibilidad (Περ άπαθείας), que aborda los males que obstaculizan la vida feliz –angustia, pena, miedo, pasión, desasosiego (δύνη, λύπη, φόβος, πθος, ταραχή)–, analiza el tema de la muerte de las personas amadas y lleva a cabo una ponderación del hombre seguro, valiente y corajudo (εθαρσής, νδρεος, εψυχος). Uno verá aquí a Teles explicando cómo esto de ponerse a llorar, desmoronarse e incluso apenarse por el fallecimiento de amigos, hijos o mujer, no es otra cosa que un λόγιστον, actos irreflexivos, desechables, irracionales. Es menester asumir que el ser querido nació mortal y humano (θνητς γένετο κα νθρωπος) y considerarse afortunado de que haya existido, en vez de creerse desventurado porque expiró. Curiosamente a los mejores ejemplos de άπαθεία Teles los encuentra en la actitud de las madres laconias para con sus hijos en la guerra: así cuenta que una, enterada de que el hijo había huido del campo de batalla, se levantó el vestido en su cara y le preguntó en tono amenazante si quería volver a meterse en aquel nicho de donde había salido disparado al mundo. Si la filosofía del cínico podía contribuir a darle letra al desertor, queda claro que Teles iba en sentido contrario.

     Ya la diatriba Sobre el exilio (Περ φυγής), que trata más bien sobre la indiferencia, es más ecléctica y expone la mansedumbre y conformismo de su mensaje. Acá hace una defensa del meteco en base a la figura de Heracles, toma de referente a Estilpón y cita la frase de Aristipo –atribuida por otros a Diógenes[1]– que reza que el camino al Hades es idéntico desde cualquier parte. Que estés desterrado no te hace más irracional o irreflexivo (λογιστότερος) y el ejemplo lo dan las τέχναι: no se toca peor la flauta por estar sin patria. El exilio no priva de los bienes del alma, ni del cuerpo, ni de los externos (κτός), ni de la valentía, la justicia o la virtud; estando proscripto uno puede conservar la circunspección, el buen comportamiento y el bienestar (ελογιστία, ρθοπραγία y επραγία). Tampoco es ninguna desgracia descubrir que la patria es ingrata o mezquina (desgraciado sería no haberlo advertido). Si hasta acá Teles no hace más que interpretar el dechado de Diógenes, a paso seguido comienza a marcar algunas observaciones tendientes a sofrenar el rupturismo del protagonista. Efectivamente es en este discurso que plantea la no diferencia entre gobernar y vivir en privado (διαφέρει ρχειν διωτεύειν), vale decir entre reinar sobre muchos –como hace el poderoso al que le habla– o hacerlo sobre unos pocos imberbes y sobre sí mismo, como hace Teles el παιδαγωγς. Tal como lo demuestran las mujeres, niños, adolescentes y jubilados, se puede estar tan o más sano y fuerte (γιαίνειν κα σχύειν) viviendo sin cargos públicos, sin crédito público y sin libertad de palabra (οκ ρχουσι, ο πιστεύονται, ο παρρησίαν χουσιν).

     En Sobre el parecer y el ser (Περ το δοκεν κα το εναι), poniendo como ejemplo una gama de virtudes típicamente vindicadas por los cínicos, toma partido por el ser (εναι) sobre el aparecer (δοκεν), entendido más bien como aparentar. De manera que es mejor ser justo y bueno que parecerlo, estar sano o fuerte (γιαίνειν, σχύειν) que aparentarlo, próspero (επορος), libre de dolor y miedo (λυπος, φοβος), intrépido o valiente (θαρσαλέος, νδρεος) que aparentarlo. Por aparentar ser valiente, argumenta, se puede obtener honra (τιμή), pero te van a mandar como soldado a primera fila o te torturarían el doble en caso de caer prisionero. Teles pretende demostrar que la vida es como un teatro y por lo tanto actuar no equivale a aparentar: los buenos actores lo son porque interpretan bien (ε ποκρίνονται).

     Sobre la autosuficiencia (Περ αύταρκείας) esboza una defensa del tipo de vida de Diógenes y Crates basado en τυφία, πενία, λιτότης y ετέλεια y encomia sobre el final el suicidio eudemonista; pero el tema central es el carácter. Si el Diógenes laerciano defendía la libertad según el carácter (χαρακτήρ) de Heracles, Teles va a hablar en cambio del τρόπος, que en este caso sería el carácter que se debe forjar pero para aclimatarse a los hechos y a la fortuna. Las bondades de este τρόπος son relativas a la capacidad de adaptación al πρόσωπον, a la máscara y al personaje que tocó en suerte. La personalidad es acomodación al semblante. El diogenismo del παραχάραξις, de la libertad como reacuñación del carácter y la costumbre de ir contra las costumbres, de entrar al teatro cuando los demás salen o caminar de espaldas, es trocado por el bionismo del παρασκευάζειν: arreglárselas con lo que hay adaptándose. La suerte, la τύχη, es al hombre bueno (γαθν νδρα) lo que el poeta o dramaturgo (ποιητής) al buen actor (γαθν ποκριτν): sólo ella es autora (ποιήτρια) y sólo ella convierte a unos en protagonistas o reyes (πρωτολόγος o βασιλεύς) y a otros en actores de reparto o vagabundos (δευτερολγος o λήτης). Ella coloca la máscara (περιτίθησι πρόσωπον), asigna el semblante, el carácter, de manera que tomar el papel que no corresponde es νάρμοστον –inadecuado, impertinente, incongruente. Como amplía en la perorata Sobre las circunstancias, el deber es representar bien el personaje asignado en la trama (δε ον τν γαθν νδρα πν τι ν ατη περιθ καλς γωνίζεσθαι). Tal como el γαθς ποκριτής representa bien planteo, nudo y desenlace, así también debe obrar el γαθς νήρ en la vida.

     En Sobre las circunstancias (Περί περιστάσεων) Teles retoma la cuestión del τρόπος y encuentra un origen de la infelicidad (κακοδαιμονία) y la δυστροπία –testarudez, mal carácter o mal humor– en acusar de los males (κακίαι) a las circunstancias (τ πράγματα) –más bien los hechos, la facticidad, la situación. Los males son los vicios y el único culpable (παίτιος) es uno (de esta manera Teles glosa la frase de Diógenes Oí al vicio acusarse a sí mismo[2]). Las aflicciones surgen no por las circunstancias sino por tu propio carácter y falsas opiniones (οχ π τν πραγμάτων λλ' π τν δίων τρόπων κα τς ψευδος δόξης); por ende, segundo punto, no se debe intentar cambiar las circunstancias (δε μ τ πράγματα πειρσθαι μετατιθέναι) –los hechos–, sino adaptarse a ellas conforme están (λλ' ατν παρασκευάζειν πρς τατά πως χοντα). El modelo son los marinos (ναυτικοί), que no pretenden cambiar vientos y mareas, mientras que la campaña militar (στρατεία) –en la cual quien tiene caballo lucha como jinete, quien tiene armas como hoplita y el que no tiene nada como soldado raso– es el ejemplo para aceptar las jerarquías. Las circunstancias en sí mismas no tienen nada de difícil (δύσκολον), ni en la vejez ni en la pobreza ni en el exilio ( γρας πενία ξενία): simplemente si sos viejo no debés actuar como un joven y si sos débil como si fueras fuerte y si te convertiste en pobre, dice Teles, no aspires a la forma de vida del próspero (πορος πάλιν γέγονας· μ ζήτει τν το επόρου δίαιταν).

     En definitiva el profesor Teles enseña a estar de buen talante bancándose las cosas como son, sin pretender cambiar el mundo. Soportar sin chistar toda tragedia y no despotricar contra el orden. El mundo tal como es ni es cierto ni es cambiable. Te tocó un guion, leételo bien. La desgracia no existe, existen los desgraciados. Al descaro se lo llevó el viento y hay que hacer de tripas corazón. Bancarse la pobreza si tocó y si no tocó no lanzar los morlacos a la mar. Mejor aprovecharlos para vivir una vida sencillita pasando desapercibido, ya que la vida del rico y la del funcionario son un engorro y hacen derrapar por los placeres. Las apariencias existen. Tienen razón los filósofos. El mundo se divide en ser y aparecer. Los hombres, entre los que son y los que aparentan ser. Pero actores somos todos. Los que aparentan son los que no hacen lo que dicen hacer. Los que no aceptan la máscara auténtica, impuesta por la fortuna, autora de los días. El mensaje telebiónico apunta a salvar la razón del cinismo de las imputaciones platónicas. No se trata ya de ser un Sócrates enloquecido. Con ser un Sócrates empobrecido y apátrida ya hay suficiente. El psicoanálisis enseña que la locura es no poder sacarse la máscara o no poder ponérsela. El telebionismo enseña que la máscara no es el rostro o que debajo del rostro está la máscara, y que el que no se calza la máscara correspondiente o adecuada pagará el precio debido. El lema de la cordura o la cuerda debe reajustarse a la denuncia de los filósofos del orden. El telebionismo va con Diógenes pero le concede razón a Platón, le acepta la crítica. No corre más eso de cambiarle el carácter a la moneda. Pasó el tiempo de la libertad de Heracles. No va más el cinismo heroico. Llegó el tiempo del cinismo humilde y sensato. A la pobreza no se la ostenta, se la acepta con resignación y se aprovechan sus ventajas. Si Teles deja un mensaje, podría ser este. Aunque sea el mensaje de Bión.




[1] Arsenio, p. 209, 14-16; Filodemo, Sobre la muerte IV, col. XXVII 13-14.

[2] Cf. Gnomologium Parisinum n. 331. «Ningún otro es responsable de mis males, salvo yo mismo» (οτις μο τν <δ'> [κακν] λλος πατιος, λλ' γ ατ) –remata acá Diógenes.


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